Opinión

Cómo se falsificó el nombre de América

El mar en la sangre

El mar en la sangre

  1. Opinión

Imaginemos que Inglaterra descubre América con una flota al mando de un navegante como Nelson o incluso de un corsario como Drake, y que luego años después ese continente fuera bautizado con el nombre de otro marinero extranjero de dudoso prestigio fundamentado en escritos falsos: ¿habría triunfado esa historia? Pues esto es lo que pasó en el caso de América.

Americo Vespucio era un navegante florentino que trabajó para el rey español. Hasta aquí nada muy distinto del caso de Colón. Lo extraño comienza cuando un cartógrafo, Waldseemüller, en una introducción a la Cosmografía de Ptolomeo (1507), financiada por el duque de Lorena, afirmó que junto a Europa, África y Asia existía otro territorio que había sido descubierto y explorado por Américo Vespucci, y teniendo todos los continentes nombre de mujer, propuso llamarlo América.

Vespucio se habría percatado (el primero) de que era un continente nuevo y no las Indias. La trama se basó en unos documentos falsificados -Los cuatro viajes y Mundus Novus-, donde se narraba un viaje de Vespucio de 1497 que jamás tuvo lugar. La finalidad era ocultar que Colón (y la Corona española a quien servía) había sido el primer descubridor y el que había reconocido públicamente que se trataba de un continente nuevo en su tercer viaje de 1498.

Los viajes que relataba (presuntamente) el propio Amérigo resultan fantasiosos y están llenos de errores geográficos, biológicos (serpientes con pies y alas), políticos (se refiere a Fernando como rey de Castilla), o de fechas. El texto apareció en italiano, aunque Amérigo escribía normalmente en portugués o español, y existen referencias extrañas (por ejemplo a la Divina Comedia de Dante) para presentarlo como un personaje de gran cultura, lo que distaba de ser cierto en un marinero de la época. En los viajes que sí pudo ir Amérigo no fue el comandante de la nave sino un mero ayudante o incluso subalterno.

Sutilmente se señalaba que Amérigo habría descubierto “el continente” americano a las órdenes no del rey de España sino… del de Portugal. M. Fernández Navarrete llevó una investigación detallada en 1826, a través del Vizconde de Santarén, archivero mayor del reino de Portugal, quien afirmó: “que ni en las Chancillerías originales del Rey don Manuel desde 1495 hasta 1503 inclusive, ni en los 82.902 documentos del cuerpo cronológico, ni en los 6.095 del cuerpo de las Gavetas, ni en los innumerables paquetes de las cartas misivas de los Reyes y otros personajes, aparece en documento alguno el nombre de Vespucio (…)”.

Fin de la historia, ¿o aquí comienza todo? Hoy en día la falsedad de estos documentos resulta clara para los autores sin intereses ocultos. Existen dudas sobre si el falsificador fue el propio Amérigo u otros que lo utilizaron como “hombre de paja”. Probablemente, todo fue una estrategia llevada a cabo por Waldseemüller y su colega Matías Ringmann, diseñada por otros personajes de más poder, al servicio de las potencias la época. Dinero no faltó y ya en 1535 eran varios los folletos, libros y geógrafos que con rara unanimidad recogían el nombre de América como si nada más natural hiciera al caso. Sus autores (Heinrich Glarean, Hans Holbein…) no eran ninguno portugués o español, quienes sí viajaban a las nuevas tierras, pero ¿a quién le importaba?

Pero una vez más, como en toda buena trama negativa que tenga a España como objetivo, aparecen los enemigos internos. Entre 1508 al 1527 se siguió un pleito en España para dilucidar si Colón había sido realmente el primero en descubrir las Indias y la tierra firme. En los muchos años que duró el proceso (que confirmó finalmente el protagonismo de Colón), en ningún caso se mencionó a Américo Vespucio como potencial protagonista alternativo. ¿Se imagina un juicio en Estados Unidos para dilucidar si Amstrong fue realmente en primer hombre en pisar la Luna, aunque lo pidieran los rusos?

Muchos dirán que hoy estas cuestiones importan poco o resulten irrelevantes, pero si la Historia sirve para explicar el presente, no debemos ni ocultarla ni despreciarla. No al menos cuando se trata probablemente el fraude colectivo más grande de la Historia.
Quien domina el lenguaje, domina la historia. España había sido la responsable del mayor descubrimiento y gesta de la Historia, pero no pudo poner el nombre a lo que había descubierto. Nadie se ha cuestionado por qué los propios habitantes de América han aceptado sin rechistar esta falsificación. Podrían haber reclamado un nombre que tuviera que ver con su propia historia, utilizando las siglas de las principales civilizaciones pre-descubrimiento azteca, inca y maya (¿Azinma o Mazinca?), o el de los primeros pobladores de las Antillas (arcaicos), o el del primer idioma del norte de América (el “Algonkian”). ¿Les habrían dejado?