REFLEXIONES

Propuesta de Ley Electoral

El líder del PP deposita su voto en una de las urnas del colegio Bernadette de Aravaca, Madrid.

El líder del PP deposita su voto en una de las urnas del colegio Bernadette de Aravaca, Madrid. Efe

  1. Opinión

Cada poco tiempo vuelve a surgir el debate sobre la reforma de la ley electoral, traído habitualmente por los partidos minoritarios de ámbito nacional, que se sienten con razón perjudicados por el actual sistema.

En mi opinión, la ley actual tiene dos importantes fallos. El primero, del que se quejan los partidos señalados anteriormente es la falta de proporcionalidad, ya que la relación entre el número de votos obtenidos y el número de escaños es mucho mayor que para otros partidos, especialmente los nacionalistas, mentándose habitualmente como responsable y de forma injusta a la Ley D'Hont.

Una alternativa a este sistema, que resolvería el problema anterior sería repartir los escaños mediante la Ley D'Hont (sí, ya hemos dicho que no tiene ninguna culpa) pero en una sola circunscripción nacional y no en 52 provinciales como hasta ahora, lo que resultaría en una distribución proporcional casi exacta.

Pero este sistema presentaría otro grave problema, lo que nos lleva a explicar el otro fallo del sistema actual. La falta de libertad de voto de los parlamentarios. Actualmente éstos dependen por completo del aparato de sus partidos, si no siguen las órdenes del líder se caen de las listas para las siguientes elecciones. No tienen incentivos para votar lo que sus votantes quieren, porque ni siquiera son suyos, son del partido. Me atrevo a decir que la mayoría de la gente en España no sabe realmente a quién ha votado. Sabe a qué partido vota y quiénes son los líderes de ese partido, pero no sabe quiénes se presentan en su circunscripción. Las listas abiertas que algunos piden dudo mucho que resolviesen este problema.

En EE.UU. o Reino Unido sí hay libertad real de voto porque cada parlamentario se ha ganado su puesto en su circunscripción, al ser elegido para el Parlamento sólo el más votado en cada zona. En cambio este sistema falla porque no es en absoluto proporcional y de hecho conduce al bipartidismo dejando sin ninguna representación a las ideas más minoritarias.

Yo quiero proponer el siguiente sistema, que a mi entender solucionaría de forma bastante satisfactoria los problemas expuestos anteriormente.

- El territorio se dividiría como ahora en circunscripciones provinciales, aunque las más grandes se deberían dividir en circunscripciones más pequeñas, por ejemplo de máximo el 2% del censo total.
- Cualquier persona que consiguiese un número mínimo de firmas se podría presentar en una o más circunscripciones sin límite. Por ejemplo, un representante de uno de los principales partidos se puede presentar sólo en Córdoba, pero un partido poco votado puede elegir un mismo candicato para todo Andalucía o incluso para todo España.
- Los 350 presentados que consiguiesen más votos (suponiendo que se mantiene el número actual de 350 diputados) conseguirían un puesto en el Parlamento, reservando al menos un asiento para cada circunscripción.
- Una vez en el Parlamento, no sería un asiento un voto, sino que cada diputado votaría con el número total de votos que le han elegido, es decir, si un diputado ha sido elegido por 100.000 electores, su voto valdrá la mitad que el de uno que ha sido votado por 200.000 personas.
- Para evitar que un diputado acumulase mucho poder, el poder de voto estaría limitado a máximo el 1 o 2% del total, incentivando que los diputados que esperen sacar más votos se presenten en sólo una o dos circunscripciones para evitar así que su partido perdiese votos en el parlamento.

La proporcionalidad del parlamento solo se rompe por los pocos diputados que alcanzasen el máximo y por los que no llegasen a entrar, es decir, votados en el peor de los casos por menos de 1 de cada 350 electores o lo que es lo mismo, el 0.3% del electorado.
Como cada diputado se ha ganado sus votos, éste tendría más libertad para romper la disciplina de voto, porque ya no dependería de que su partido le metiese en las listas para las próximas elecciones. Ahora cada diputado trabajaría para sus votantes, no para su líder.

La principal queja que a mi entender se puede hacer a este sistema es que sería difícil de sacar leyes adelante porque el Parlamento sería difícil de controlar ya que rara vez habría mayorías claras, pero las experiencias de otros países muestran que la disciplina se rompe a menudo si hay libertad de voto, facilitando los acuerdos entre distintos partidos. Por otro lado la inestabilidad de continuos gobiernos elegidos en minoría se resolvería si el presidente se eligiese mediante presidenciales como en muchos países de nuestro entorno.

Aún sabiendo que propongo un cambio complicado y que es muy difícil que en España haya un cambio de la ley electoral, ya que los partidos que la pueden cambiar son a la vez los más beneficiados por el actual sistema, espero que este texto sirva para aportar nuevas ideas a un debate tan importante para mejora la calidad democrática en España.