EXPOSICIONES

Clavé años 50, artistas sin límites

ANTONI CLAVÉ - A la izquierda: Femme à la plage (1946) - A la derecha: Le peintre (1950)-

ANTONI CLAVÉ - A la izquierda: Femme à la plage (1946) - A la derecha: Le peintre (1950)-

  1. Opinión

No es la primera vez que quien suscribe estas líneas habla de Antoni Clavé Sanmartí (1913-2005). De hecho, la galería Joan Gaspar le dedicó en 2013 una sincera retrospectiva a través de la muestra, Antoni Clavé, l’amic (El amigo). Una exposición en la que el espíritu del artista se encontraba presente por doquier y la galería, y en especial su titular, quien echaba de menos al amigo y también al familiar, le rindió un sincero homenaje. La colocación de las piezas era muy singular, y la correspondencia habida entre ambos, que también fue motivo de exhibición, daba fe de ello, hasta tal punto de poder conocer en más de una ocasión, como Clavé se mostró inseguro con su obra, y como contó siempre con el apoyo incondicional del galerista.

Sin embargo, y a pesar de los años que esta crítico de provincias lleva visitando exposiciones, nunca se conoce suficiente la obra de un artista. Y lo ha podido comprobar gracias a la galería Jordi Pascual, que hasta finalizar el año presenta Clavé años 50, una selección de 15 piezas realizadas a mediados del siglo XX, en las que puede apreciarse una figuración, de base a rasgos puramente expresionistas, en la que prima una gama cromática de rojos, negros, grises verdes y liliáceos de profunda intensidad. Figuras de imprecisión absoluta pero de formas contundentes, plagan la exposición de una virulencia extremada, de un ímpetu categórico y de una fuerza decisiva. Han transcurrido más de 60 años de los trabajos expuestos, y siguen estando de una vigencia absoluta; no han perdido ni un ápice de vehemencia en el trazo ni en el mensaje.

Analizando la obra dentro de un nivel más profundo, en los años 50, la paleta de Clavé mostraba una densidad remarcable en la utilización del óleo, y en sus trabajos pueden considerarse de carácter intimista en el tratamiento de los temas -el espectador puede apreciar bodegones y retratos, y un abrumador Cristo yacente (Cristo de Alba de Tormes) realizado en París en 1954 -. Tanto las personas como los temas eran desdibujados, con la finalidad de dar más protagonismo a la mancha de color que a los perfiles definidos.

El resultado es una amalgama de elementos expresionistas con entonaciones fauves y una consistencia matérica que lo situaron en el punto culminante de su carrera artística. Sus creaciones fueron muy bien acogidas por la sociedad parisina (en los años 40 se instaló en París y regresó a Barcelona de la mano de sus primos Joan y Miquel Gaspar en 1956), aunque insólitamente, las obras realizadas en este periodo tan fructífero, nunca satisficieron las exigencias estéticas y creativas de Clavé, por lo que a partir de su vuelta, decidió explorar otros caminos.

Antoni Cláve es único, sea cual sea el motivo expositivo. Artista catalán de reconocido prestigio internacional, sólo hay que leer su biografía, fácilmente consultable, para comprender el alcance de su figura a nivel internacional, - aunque lamentablemente para las nuevas generaciones sea una absoluta desconocida - y el significado de su obra a nivel pictórico. Esta muestra es una prueba evidente de una gran creación pasional, y de pleno dominio técnico.