REFLEXIONES

El problema de España

Una imagen de la bandera de España.  (EFE)

Una imagen de la bandera de España. (EFE)

  1. Opinión

“El español que pretenda huir de las preocupaciones nacionales será hecho prisionero de ellas diez veces al día y acabará por comprender que para un hombre nacido entre el Bidasoa y Gibraltar –escribía Ortega en 1910- es España el problema primero, plenario y perentorio”. Ha pasado un siglo desde entonces y volvemos a tener ante nuestros atónitos ojos el mismo problema todavía sin resolver.

La crisis del actual régimen político, surgido de la llamada Transición, fue provocada por los grandes errores cometidos en la irresponsable y equivocada dirección económica del país con el fomento de una economía basada en un capital puramente especulativo y corruptor, que huye de la industrialización y modernización económica y que nos condujo al endeudamiento y empobrecimiento de la mayoría de los españoles. Dicha crisis amenaza con poner en cuestión de nuevo, como ya ocurriera en la Primera y la Segunda República, la unidad de la propia nación española. Por eso nos acordamos cada vez más de la famosa frase de Ortega, que parecía haber caído en el olvido en las últimas décadas.

Ortega había pronunciado otra frase tan famosa como mal entendida: “España es el problema y Europa la solución”. Aquí se creyó, por la mayoría de los dirigentes políticos de las últimas décadas, que eso significaba la plena entrada de España en las instituciones europeas, primero del Mercado Común, luego de la OTAN, de la EU, del Euro, del Tribunal de Estrasburgo, etc., con la pérdida consiguiente de soberanía nacional. Pero no era así, pues Ortega entendía por incorporarse a Europa, incorporarse ante todo a la cultura científica y filosófica que caracteriza y distingue a Europa del resto de las civilizaciones históricas. Ello no iría en detrimento de la nación española, sino que la fortalecería. Hay que ser europeos sin dejar de ser patriotas, miembros de una particular nación, sin anegarse en ese europeísmo abstracto y sin patria, puramente receptivo y papanatas, que ha sido pregonado hasta la nausea por el actual régimen político.

Ortega está pidiendo, por tanto, que surja en España una élite filosófica y científica que nos incorpore al pensamiento europeo y a la vez contribuya a guiar la modernización de nuestro país situándonos a la altura de los grandes países modernos europeos. Creemos que esto es lo que ha fallado en esta falsa europeización de las últimas décadas que nos ha acercado nominalmente a los países más avanzados de Europa en algunas cifras macroeconómicas, por ejemplo, al coste de endeudarnos irresponsablemente, pero sin acercarnos realmente a dicho objetivo que hoy permanece aún más lejano que al inicio de la propia Transición a la Democracia. Creemos que se ha fracasado en dos aspectos esencialmente ligados: en la constitución y apoyo de nuevas élites creadoras de una cultura a la altura de las dominantes en la modernidad europea y en la creación de un electorado democrático-liberal de centro que hiciese de contra balance ante las tendencias antidemocráticas y absolutistas de las dos fuerzas políticas dominantes, socialistas y populares. Se dice que el suceso determinante fue la destrucción política de Adolfo Suarez que llevó irresponsablemente tanto a la izquierda como a la derecha, e incluso quizás a la propia corona, a participar por activa o por pasiva en el famoso Golpe militar del 23F.

Se acusa a Suárez (Pío Moa, y otros) de ser un político inculto, sin verdadera dimensión de hombre de Estado, etc., que con sus concesiones irresponsables (la introducción del término nacionalidades en la Constitución, etc.) habría puesto la brecha que abriría posteriormente la vía al separatismo dentro de la Constitución presente en la grave crisis actual de abierta rebeldía de la Autonomía Catalana. No dejó de ser en todo caso, el precio para conseguir un amplio consenso necesario para llevar a cabo, como se llevó, la difícil Transición y la Restauración de la Monarquía Constitucional actual.

Al ser ahogadas las fuerzas democrático-liberales centristas, dándose lugar a una Democracia de fuertes tendencias absolutistas y gran inseguridad jurídica, -por las politización de la justicia y la concentración de los medios de comunicación y su dependencia de la poderosa partitocrácia (PP, PSOE y Partidos Separatistas)- ayuna de todo liberalismo y sentido de la patria, se frustró la constitución, presencia e influencia social de unas élites de intelectuales demócratas-liberales en el sentido de Ortega. Nos queda, sin embargo, la esperanza de que podamos recobrar la iniciativa con el ascenso de nuevas fuerzas liberales y centristas que parecen emerger en el bruscamente alterado horizonte electoral que se nos viene encima. Dichas fuerzas deben comprometerse con el apoyo a la cultura filosófica rigurosa de la que hablaba Ortega, con el fin de educar al español medio en valores profundos que nos permitan recuperar el sentido nacional perdido.