REALIDAD Y FICCIÓN

Todo ha pasado ya

Orwell 1984.

Orwell 1984.

  1. Opinión

Psicohistoria. Ciencia ficticia utilizada por Isaac Asimov en su saga La Fundación y que consiste en calcular el comportamiento futuro de grandes poblaciones de personas mediante la aplicación de una combinación de historia, psicología y estadística matemática sobre comportamientos pasados y presentes.

Al hablar de grandes poblaciones de personas, Isaac Asimov se refería a un futuro lejano con más de 75 billones de humanos que hubiesen colonizado el universo.
Una de las condiciones para aplicar ese análisis, y que fuese efectivo, es que los individuos no supiesen que se les estaba realizando.

En los sistemas de predicción reales de los que disponen las empresas de demoscopia interviene totalmente el factor humano. En los últimos acontecimientos mundiales en los que la población ha ido a votar, como son el brexit, las elecciones en EE.UU. o las celebradas en nuestro país dichas empresas no han quedado en muy buen lugar al vaticinar resultados.

Parece ser que ha quedado claro que los encuestados son reticentes a decir la verdad sobre a quién o qué piensan votar. O puede que las encuestas hayan quedado obsoletas en algún punto del procedimiento que se nos escapa.

Sin embargo, ciñéndonos exclusivamente a nuestro país, y centrándonos en comportamientos pasados más que en el detalle de unos resultados electorales, no debemos extrañarnos de comportamientos presentes porque “todo ha pasado ya”.
Esta frase se la he cogido prestada a don Arturo Pérez-Reverte de una entrevista que le realizaron en La Sexta hace ya algunas semanas pero que tuve que grabar y verla en diferido. Don Arturo, el presentador y un servidor, a solas.

La frase venía a cuento de la incapacidad de los partidos de izquierda para ponerse de acuerdo a la hora de desbancar al PP, al igual que el “putiferio de facciones” -decía también el autor-, del bando republicano del 36 que fue incapaz de hacer frente común contra el bando nacional. Una falta de acuerdo entre partidos, que ha llevado incluso al fraccionamiento de los mismos como hemos visto en el PSOE y más recientemente en Podemos.

Y si no se entienden entre partidos que comparten gran parte de ideología, es misión imposible que sean capaces de sentarse a escuchar, de verdad, a los que piensan diferente. Es tal el grado de revanchismo que permanece latente, principalmente en la izquierda, que no se conforman con intentar vencer al adversario sino que les gustaría hacerlo desaparecer, incluso de la historia, al modo que George Orwell imaginó en su libro 1984, en el que un Ministerio de la Verdad se dedicaba a manipular o destruir los documentos históricos de todo tipo (fotografías, libros y periódicos), para conseguir que las evidencias del pasado coincidiesen con la versión oficial del Estado.

En cuanto a la corrupción que podría haber debilitado al PP, tal vez no sea tan preocupante para la población como indican las encuestas porque, como también dijo D. Arturo, y yo vengo pensando hace tiempo, es condición humana caer en determinadas tentaciones cuando se alcanza el poder, y a eso estamos acostumbrados desde el principio de los tiempos. Parafraseando de nuevo a Pérez-Reverte “no hemos cambiado desde Viriato”. Y con esa afirmación evoco a otro escritor. Santiago Posteguillo, como buen historiador e investigador del Imperio Romano, nos ofrece en sus obras datos fidedignos sobre los usos, costumbres y forma de vida tanto del pueblo romano como de sus coetáneos.

Leyendo su obra queda claro que en cuestiones políticas poco o nada hemos cambiado en dos mil años. El interés personal, la corrupción, las intrigas, las traiciones, etc… siguen igual que entonces, aunque ahora no se elimine al adversario mediante la puñalada en la espalda (no por falta de ganas de alguno, me temo).

La manipulación histórica que Orwell imaginó en 1947, realmente ya la aplicaban los romanos e incluso hay pruebas de su uso en el antiguo Egipto. La Damnatio Memoriae consistía en condenar a los personajes públicos que fuesen considerados indignos por el Estado, y borrar cualquier vestigio de su existencia. Esto se producía normalmente cuando alguien llegaba al poder eliminando al enemigo, primero físicamente, después apropiándose de sus bienes y luego destruyendo cualquier registro que pudiese recordarlo (escritos, estatuas, grabados e incluso música).

Afortunadamente el borrado nunca fue completo.

Hoy en día hay partidos a los que, da la sensación, les gustaría aplicar la Damnatio sobre sus adversarios como ya la aplican en los rótulos de calles, o como lo hacen los nacionalistas en libros de texto e incluso en museos. Esperemos que también fracasen.

No sé si algún día funcionará la psicohistoria ni si será eficiente. De momento no nos hace ninguna falta porque, no es que seamos previsibles, es que nos repetimos continuamente a lo largo de los siglos y a lo mejor lo que necesitamos para cambiar es más tiempo o que aparezca una civilización inteligente. Sí, he dicho una, no otra.