REFLEXIONES

El fraude de todas las revoluciones

Pablo Iglesias en una concentración.

Pablo Iglesias en una concentración. Agencia EFE

  1. Opinión

¿Es posible hablar del fraude revolucionario sin utilizar la palabra populismo? Están tan manida que creo que abarata cualquier texto que la incluya, incluido éste.

Apartas la mirada un momento y una revolución al otro lado del mundo, provoca un cambio político en un país. No pasa un año completo, y los propios agentes reaccionarios de la revolución, ya se encuentran enfrentados entre ellos con un país sumido en una guerra civil. Las noticias se hacen eco de este país durante un tiempo, intervienen otros países que ni pinchan ni cortan en el conflicto, la guerra civil se agrava, muren cada vez más civiles y el país en cuestión, termina dividiéndose en dos o más partes. Aquí tenemos una revolución que termina en guerra civil.

Se sabe que otro país está hecho polvo económicamente hablando; la corrupción y la impunidad campan a sus anchas por las calles y en las instituciones. Hay un nivel insostenible de paro, pero los ricos siguen siendo ricos y los pobres cada vez más pobres. Desparece la clase media, es algo descarado: un expolio. De pronto se oye una voz que clama, todos van detrás a una y hay un cambio de gobierno; se militarizan los cuerpos de seguridad, la población es exprimida con más impuestos y de generar empleo ni hablamos. O estás en el partido, o estás fuera. Aquí tenemos una revolución que termina en una dictadura.

Cambias de canal, un líder social prometedor anuncia que va a cambiar las cosas: aparece una nueva aura que anuncia que por fin es posible cambiar las cosas. Cuando este líder ya se posiciona, muere trágicamente en un desafortunado accidente. Le hacen una película a todo el entramado ¿He dicho una? Dos por lo menos, varios libros y muchos derechos de imagen. Aquí tenemos una revolución sin efecto real, que termina diluida en un negocio en el mejor de los casos.

Me vienen a la mente también revoluciones que han terminado en limpiezas étnicas, masacres civiles, persecuciones religiosas, secesiones, crímenes de estado, cazas de homosexuales, etc. No quiero ir de pesimista, pero no recuerdo una sola revolución que se haya llevado a cabo de manera justa para la población: ninguna. Estoy hablando de memoria ¡ojo! Que alguien que haya estudiado con más profundidad historia o política, seguro que es capaz de darme valiosas lecciones, eso sí, salpicadas y enfatizadas con alguna ideología de las muchas que hay, y que tanto chirrían.

En vista de estos ejemplos, a los que podríamos ponerles nombres concretos y ubicaciones exactas, me están entrando ganas de mandar a la mierda cualquier sentimiento revolucionario que florezca sobre la faz de la tierra y decir eso de “Haz el favor de estarte ahí quieto”.

LOS CAMBIOS QUE CUENTAN DE VERDAD

Igual los cambios, los que cuentan de verdad, los que transforman realmente las sociedades y a sus individuos con sus respectivos derechos, tenemos que empezar a contemplarlos en el largo plazo. Más que nada, para que vayan calando socialmente y se integren de verdad en los tejidos económico, político, educativo, hasta religioso diría con su “cada cual obre en conciencia”. A lo mejor tardan 100 años más en llegar, pero se supone que ya no tenemos que matarnos entre nosotros para que esto ocurra ¿verdad? Perdón, que no puedo hablar solo por mí. Ni si quiera puedo hablar por todo Occidente.

Un revolucionario “de libro”, no quiere ni oír hablar de la palabra transición ¿sabes por qué? Porque le hace quedar como innecesario. El revolucionario siempre tiene mucha prisa, el pueblo le anima y suele creerse en posesión de una verdad absoluta que considera justa. El hecho es, que nuestro hipotético revolucionario, normalmente quiere asegurarse en primera persona, durante un considerable periodo de tiempo, que “lo suyo” funcione según lo previsto. Es algo que la historia nos ha contado demasiadas veces; tantas veces, que aun a día de hoy me pregunto, como puede haber alguien con dos dedos de frente, o que tenga una mínima formación como persona, siga a un revolucionario o revolucionaria.

Una cosa está clara: al de arriba no le interesa que muchas cosas cambien, y menos si esto va a suponer que la masa tarde o temprano pueda tener más poder que él. Por eso mismo, las minorías pesan tanto, por eso hay que ser tan políticamente correcto y no ofender, porque los lobbies, los clubes y las excepciones, son los nuevos perros guardianes y perros de presa de ese maldito poderoso de arriba. Mientras los lobbies estén contentos, cebados y engordando de forma grotesca a costa del resto, las puertas del tirano estarán seguras. Y más, si venden sus ventajas adquiridas por el clientelismo político, como conquistas sociales dime: ¿quién se va a revolucionar? Si ya te dicen por TV, que “la revolución está llegando” y no tienes ni que salir de casa.