Opinión

Los pisos vacíos

El gobierno valenciano propone expropiar pisos vacíos a los bancos que no alquilen

El gobierno valenciano propone expropiar pisos vacíos a los bancos que no alquilen

  1. Opinión

Por Juantxu Gomeza

Los pisos vacíos son ahora el objeto del deseo de los políticos. Su lenguaje, que es torticero, diferencia entre los bancos, los odiosos enemigos de nuestro tiempo, el nuevo Turco, y los particulares, esas clases medias que tienen en su casa escrituras de esos pisos que mueren muchas veces en el centro de nuestras ciudades, a veces también en los arrabales, silenciosos como cajas de resonancia de melodías del más allá.

Baleares ha anunciado que ocupará los pisos vacíos. Y la medida parece extenderse por esa geografía revolucionaria de España, en la que los nuevos barbudos de la izquierda quieren comenzar su Sierra Maestra ocupando los pisos de las clases medias. Comenzó en el País Vasco y ha seguido allá donde los números de esas mayorías de izquierda lo permiten, una vez que el PSOE ha iniciado un viraje a la izquierda. Anuncian subidas del impuesto sobre inmuebles, la creación de un censo como el que obligó a San José a viajar a Belén, con el detalle de los pisos que no pagan luz ni agua y que permanecen en la luna de Valencia, e incluso la ocupación (aunque esto dicen reservarlo para los pisos de bancos y grandes tenedores, es decir, de quienes tienen diez o más pisos). Todo ello se justifica en la función social de la propiedad privada, que, como sabemos, está en la Constitución pero que no significa la eliminación de la propiedad, si bien se da a la Constitución un tinte socialista del que carece.

Muchas veces me he preguntado por esa función social y si se extiende también a otras propiedades, no sólo a los inmuebles, porque estos socializadores no mencionan la función social de la propiedad de yates y aeronaves, de acciones o incluso de los depósitos en Panamá. La verdad es que, como en las peleas de patio de colegio, los más fuertes salen indemnes. Nadie irá a la isla de Mann o a Barbados a por los depósitos o los inmuebles de los más pudientes. El objetivo, y eso es lo que me duele, es siempre esa clase media española que no llora aunque padece y a la que se le extirpa su medio tradicional de ahorro: el piso. Ahí se han refugiado los recursos de altos funcionarios, de médicos y abogados, del tendero de la esquina y de la herencia sobrevenida, en pisos buenos y malos, cocinas lúgubres como escenarios de Galdós y escaleras desgastadas por los pasos de quienes ya han muerto.

Los pisos vacíos eran el refugio de los amantes iniciáticos, de esos hijos de los tenderos, que tomaban la llave del piso y de la mano corrían las escaleras de dos en dos, con esas prisas que da el amor y el deseo; y entre mantas con olor a alcanfor y junto a cocinas que aún traían el aroma del caldo Avecrem, iniciaban la vida de los adultos, sin saber que esa piel de gallina no era el escalofrío del amor sino el puro frío del piso vacío y sin calefacción. Eso, entre otras cosas, también parece que lo van a quitar estos políticos de la nueva y de la vieja izquierda, de Baleares y del País Vasco y si se tuercen las cosas, en la más tradicional Castilla. El piso vacío será entonces sometido a criba y se leerán sus contadores por inspectores o sabuesos a los que no podrá declararse el uso amatorio del piso. Y el escritor que se refugia en el salón de una de esas grandes mansiones abandonadas, quizás a escribir la novela que nunca terminará, en el piso vacío de su abuela, habrá de justificar a esa autoridad del Castillo la eficacia de su novela y cómo el entorno del piso abandonado favorece la creación literaria, esfuerzo baldío.

Yo no creo que estos defensores de la función social tengan por tal el uso sexual o la calidad de refugio literario que tienen los pisos decimonónicos, con escaleras de caracol y ascensores de rejas, y sólo verán en ellos pasta y ladrillos. El político y, con él, el fiscalista y el legislador de casa consistorial, son prosaicos y cerrarán sus oídos a toda razón. Quizás el objetivo de todas estas medidas, que parecen afectar a los bancos pero que en realidad ponen en la picota a unas clases medias que parecen morir como la Elvira de El estudiante de Salamanca, lánguidas y amando a su matador, sea acabar con la burguesía, sin necesidad de llevarla, como hizo Pol Pot, a un campo de osarios.

No sé si hay, como dicen algunos, la intención de repoblar España de forma masiva con gentes del exterior, y recurrir para este fin a los pisos de las clases medias. También es llamativa la inoperancia del gobierno Rajoy con la ocupación, que tanto se ha extendido en toda España, sin ofrecer una respuesta mediante leyes que se impongan a criterios buenistas, tan extendidos en los jueces progresistas, una parte importantísima de nuestra Justicia, quizás la más influyente. Yo, que ya he dejado de sentir la piel de gallina en esas frías estancias de los pisos decimonónicos, sólo me pregunto si llegarán a ocupar mi cama, pero mientras no lo hagan seguirá siendo mía y me daré la vuelta para dormir otro rato más, antes de que los funcionarios llamen a mi puerta y me pidan el recibo de la luz.