Opinión

Asaltar la democracia, pisotear la Casa de todos y creerse salvadores

La cabecera de la marcha de 'Rodea el Congreso'

La cabecera de la marcha de 'Rodea el Congreso'

  1. Opinión

Por Ángel Alonso Pachón

¡Señores de Podemos, Íñigo Errejón, Pablo Iglesias y demás actores acompañantes!, esos indignados de profesión activistas, hijos de padres que no conocieron el régimen franquista, pobres intelectuales aguerridos en las aulas de Ciencias Políticas de la Universidad, propiedad de todos pero de uso y disfrute de los que se llaman defensores de las libertades suyas... ¡Señores de Podemos! no tienen derecho para asaltar la democracia, no tienen derecho para pisotear la Casa de todos los españoles.

Acudir al Congreso de los Diputados para insultar y denigrar a los representantes de millones de españoles es entender la política como un ejercicio hipócrita para situarse profesionalmente, para obtener remuneraciones sustanciosas, para caldear la calle con el único objetivo de mantener, precisamente, el muy lucrativo sistema que critican pero que acarician todos los días con efusivos abrazos euro-céntricos.

¡Señor Errejón, ejemplo de limpieza moral, “sinvergüenzas”, “ladrones”, “hijos de puta”, etc., etc..., más bien, pueden serlo, los que han vendido su ideología para, en coalición mercantil, ganar escaños, obtener pasta y repartirse el pastel sin democracia, es decir, para quedarse con todo...

A lo anterior, señor Errejon, se llama robar la conciencia de los ciudadanos para obtener beneficios económicos personales y familiares. ¿Sabe usted lo que es el nepotismo Apoyar rodear la sede de la representatividad de los españoles no puede hacerlo un partido que, jugando a la libertad, ha obtenido uno o 20 o 40 escaños.

Ese partido, esos partidos que aplauden esas manifestaciones y que “comprenden” los insultos y vejaciones a diputados elegidos, como ellos, en democracia... esos partidos son unidades uniformadas (sin pensamiento propio), utilitarios de la política para fines económicos. Esos partidos y sus componentes, si fueran éticos, entregarían sus actas y se pondrían a jugar con todos esos misteriosos activistas, salvavidas callejeros, pagados por no sé quién a ese juego, en equipo, conocido como subnormal el último.

Señor Errejón y compañía, la juventud normal, no tiene tiempo ni dinero para estar todos los días llenando plazas, locales y asambleas... para terminar con una cervecita fresquita, como su cara, y un aperitivo ofrecido por el camarero de turno, trabajador de amaneceres duros. Señor Errejón, no quiero que se me olvide: ¿sabe usted cuántos huérfanos, cuantas viudas, cuántas familias ha destrozado ETA y su entorno? Por lo menos, tengan la dignidad de respetarlos en el Congreso de los Diputados.