En busca del sentido común

Una manifestación durante la Transición.

Una manifestación durante la Transición.

Por Ángel Alonso Pachón

Escuchar a determinadas personas de la esfera socialista cómo se preguntan dónde hemos dejado el sentido común, dónde hemos extraviado la verdad de la historia, dónde hemos tirado el sentimiento de país, dónde hemos ocultado la realidad… escuchar todo eso da, por lo menos, ánimo para no entrar en demencia depresiva.

Las palabras diálogo, propuestas, acuerdos, gestión plural, desarrollo social son las más deseadas y las más repetidas… siempre por personas no partidistas, aunque, lógicamente, sean partidarios de.

¡Qué pena, que no todos los que dicen esto sean políticos!

El camino de la negación del otro, de los otros y de las ideas de millones de españoles, nos llevarían, inexorablemente, a la confrontación por pretender dogmatizar las ideologías. Por olvidar que hace 80 años nos enfrentamos, unos a otros -señores de Ferraz-, precisamente, por no reconocer la opinión de una derecha real, no absolutista y por demonizar al adversario político, al tiempo que se ignora o se oculta a las bases el realismo pragmático, que es la economía real.

El pueblo no vive de ideologías ni para las ideologías. La sociedad se desarrolla a base de programas gestionados con sentido común.

Al irse Pedro Sánchez muchos pensamos que se recuperaría el sentido común. Quizás desvariábamos porque equivocamos marcas con alimentos, ideologías con desarrollo o, lo que es más grave, porque pensáramos que la solución para un futuro más próspero fuera la confrontación.

Señor Iceta, eso de “Pedro, aguanta”, “Pedro, sálvanos”… suena a balas silenciosas que no miden el daño que hacen. ¡Bisoñez, pobreza intelectual, pobreza política, pobreza social!

Eso nos llevará al monte y no precisamente de las bienaventuranzas sino al monte de la pobreza generalizada, del odio hermanado y de la hipocresía de la inexperiencia. Sólo el sentido común, aunado con la verdad relativa, nos ayudará a gestionar una sociedad maltrecha por los intereses personalistas y por el consumo de ideologías caducas y fracasadas.