Elogio a la libertad y a la democracia

Por Ángel Alonso Pachón

Ser intelectualmente sincero es característica destacable de personas honradas, conocedoras de la historia y, en consecuencia, personas equilibradas y equidistantes.
Al entrar en la sala de los espejos y contemplar las tortuosas transformaciones corporales, a unos le entran risas por la ridiculez, mientras que a otros les enseñan que es mejor hablar mirándose a la cara sin desviaciones artificiales.

Obcecarse en vivir la realidad como una negación del otro es privarse a sí mismo del respeto que lleva consigo la libertad.

Jugar con la corrupción a ser jueces instructores, jueces presidentes de Sala y jurados populares combinándolo todo con la utilización de los medios de comunicación, unos objetivos, otros interesados y la mayoría populistas, es llevar a que la verdad sea utilizada proporcionalmente a la capacidad que tenga para fulminar al adversario.

Escuchar al señor Leguina es aprender a ser demócrata, ecuánime, realista y honrado.
Las trifulcas políticas, sin apenas altura intelectual, nos están ofreciendo el desgraciado camino del partidismo personalista que, rodeado de una forofa, pagada y bien organizada clase, va encumbrándose a los altares basura de la política gremial interesada.

“La verdad os hará libres” guió la educación de muchos políticos -ahora llamados históricos-, pero ahora está siendo borrada por la sórdida estupidez de la modernidad negativa e inquisitorial de politiqueros al uso y medida de sus propios intereses -y los de los que les rodean-.

Don Joaquín Leguina, precedente, con otros muchos compañeros, de lo que debe ser un político y ejemplo a seguir por aquellos que equivocan la social democracia con el reparto equitativo de sillones, sillas y taburetes y que además se atribuyen el derecho de juzgar, sentenciar y ejecutar toda realidad que no les beneficie.

¡Gracias, señor Leguina, gracias!