Miserias y miserables

José Antonio Ortega Lara, en un acto de VOX/ Wikimedia Commons

José Antonio Ortega Lara, en un acto de VOX/ Wikimedia Commons

Por Félix Hacinto Alonso Holguín, @AlonsoHolguinFJ

Las mayores miserias de la historia se producen por elementos de la misma especie. Hay desórdenes en los animales que provocan daños inexplicables, salvo por ese afán de producir daño al prójimo. El Museo del Prado en Madrid tiene un óleo que viene a mi memoria en ocasiones: Saturno devorando a un hijo, de Francisco de Goya.

Este hermoso país llamado España, como suele decir don Dieter Brandau, soporta de las mayores vilezas que se pueden recopilar en todo el planeta Tierra. Dos de las regiones que componen nuestro país ha aguantado 50 años la presencia de elementos, dicen de la especie humana -tengo serias dudas-, efectuando acciones terroristas asesinas a lo largo y ancho del territorio nacional; si bien la mayor parte de las víctimas directas eran personas -de éstos sí estoy seguro su naturaleza y especie- cuyo pecado consistía en ser españoles. Ni puedo, ni debo olvidar el ensañamiento con otros vecinos suyos de las tres Provincias Vascongadas y Navarra.

Ese grupo terrorista ya no comete acciones con violencia física. Ahora, gracias a oscuras negociaciones entre una Gobierno de España ya pasado, admitidas por el siguiente y ambos sin explicar al resto de ciudadanos los acuerdos, rendiciones o condiciones... ahora, decía, sus acciones se enmascaran en libertad democrática, cuando son coacciones, amenazas y otros hechos intimidatorios.

La semana pasada Don José Antonio Ortega Lara se encontraba realizando un mitin en Vitoria. Unos cuantos elementos violentos se dedicaron a boicotear esa actividad democrática con gritos alegóricos propios de la banda terrorista ETA.; incluso llegaron a lanzar elementos de tornillería y botellas llenas de líquido. Esa banda mantuvo secuestrado en un agujero oscuro, insalubre, húmedo y tenebroso 532 días a Don José Antonio Ortega Lara. Todo un héroe vivo, a quien deberíamos venerar los ciudadanos de España. Menos mal que estamos en paz y democracia.

La segunda victimización es el impacto emocional que sufre una víctima. En ocasiones se produce con los complejos procesos judiciales: visita a la Clínica Médico Forense, declaración ante F.C.S.E., delante el Juez, comparecencia en el Juzgado y vista. Grandes profesionales que tratan de ayudarnos, aun cuando la propia naturaleza del recuerdo doloroso suele provocar algunos vaivenes de la mente. Este daño es interno, terrible y puede conducir a un desasosiego mayor que las propias lesiones físicas.

De los avatares electorales en España, con un gobierno en funciones de más de 300 días ya, algunos de los nuevos partidos van mostrando su verdadera ideología, intenciones y programa. Desconozco el motivo por el cual se trata de olvidar los daños que han producido, provocado y de los que tan orgullosos se sienten. ¿Se imaginan el recibimiento cuan héroes a asesinos en Estados Unidos, Venezuela, Alemania, Rusia, Arabia Saudí, Japón o Australia? No pensaré que, alguno de esos países, permita gobernar cualquier institución interna a un partido, cuyo máximo principio sea destruir el orden establecido para imponer el propio.

Allí arriba, geográficamente hablando, tienen una gran colección de gentuza con un poder de convicción tremendo. Una mayoría de los partidos allí representados, o bien que intentan tener a sus miembros en las Instituciones, abogan por blanquear a asesinos. ¿Saben cuántos ciudadanos han tenido que cambiar de residencia a otra de las 48 provincias de España?

El terror, queridos españoles, no es sólo infringir daño físico a un semejante. El terrorismo es la acción o acciones que provocan miedo. Ese temor se genera en grado superlativo ante la posibilidad de perder la vida. Esos hechos que originan no poder vivir, caminar o realizar cualquier acción dentro de la legalidad en cualquier parte de este hermoso país llamado España, al parecer con un sistema democrático de Derechos y Libertades... pero con pocas obligaciones.

Si olvidamos a los muertos, a aquellos héroes en vida, como a Don José Antonio Ortega Lara, que dieron su vida y futuro por nuestra libertad, estamos traicionando a la propia condición humana. Eso que llaman “el relato” de la historia del terrorismo ha de recopilar todo el suceder provocado: víctimas, motivación, autores y condenas -muchas de ellas sin haber sido cumplidas en su totalidad-. ¿Han pedido perdón, colaborado en resolución de atentados, en llevar ante la Justicia a huidos y restaurar el daño causado?

Memoria, porque no podemos olvidar; dignidad, a fin de evitar una segunda victimización cada vez que se pretende enaltecer o celebrar la salida de prisión de un terrorista; justicia, para cumplimiento de la ley; verdad, porque una democracia ha de tener cimientos asentados para el futuro.

Cuan Saturno devorando a un hijo, algunos partidos y asociaciones de víctimas -ambos miserables-, tratan de engullir a supervivientes de actos terroristas. ¿Tenemos la culpa de permanecer vivos?