Los viajes de Gulliver

Ilustración de ''Los viajes de Guilliver' realizada por Thomas M. Balliet/ Wikimedia Commons

Ilustración de ''Los viajes de Guilliver' realizada por Thomas M. Balliet/ Wikimedia Commons

por Ramón Villota Coullaut

De primeras, Los Viajes de Gulliver, obra escrita en 1720, nos acerca a lo que entendemos como lectura de niños o banal –¿de que otra forma podemos entender las aventuras de Gulliver en Liliput, unos personajillos tan pequeños?-, pero destaca por su sarcasmo en su crítica a políticos, abogados, médicos, “no había médico que arruinase mi cuerpo, ni abogado que arruinase mi fortuna”, y a la sociedad en general.

Así, en sus fantasiosos viajes primero se encuentra con una sociedad de enanos, en donde hay un enfrentamiento entre dos reinos y una forma de nombrar a su clase dirigente descarnadamente absurda, primando lo accesorio sobre lo necesario,  después con una sociedad de gigantes en los que conoce la ternura y el cuidado, pero en la que su propia insignificancia le hace huir. Más tarde, en otro de sus viajes se encuentra  en una isla volante en donde la abstracción de sus gentes llegaba tan lejos que podían dormirse o extraviarse en sus ideas durante horas, puesto que se centraban únicamente en teorías, no importa lo absurdas que fueran,  ni que pudieran ser útiles en algún momento. De hecho, ni se imaginaban que pudieran ser útiles para alguien, y tampoco ello les importaba. Todo es matemática, geometría, pero olvidan lo práctico, incluso despreciando el trabajo manual.

Posteriormente se traslada a un reino en donde puede hablar con los muertos, con los espíritus, en donde pudo conversar con Alejandro  Magno o César, pero también con espíritus más cercanos a su época, lo que le lleva a volver a criticar la forma de elección de los gobernantes y su poca calidad, con críticas a l momento histórico que le ha tocado vivir. Hay que reconocer que rara es la época que no se cree que los antepasados  fueron gente llena de virtud y los contemporáneos son gente sin escrúpulos, con ansia de riquezas y poder. Aquí pudo conocer a los inmortales, personas que no tienen fecha de fallecimiento y que, lejos de hacerles ello ser sabios y desprendidos, les hace ser egoístas y asociales. Además, el hecho de envejecer y no fallecer, el curso lógico de la vida, hace que su entendimiento sea distinto al de los mortales. Es decir, la presión de la muerte en los mortales  se convertía  en los inmortales en una maldición que les destrozaba la vida.

Ya en su último viaje desembarcó en un país en donde los caballos dominaban la tierra  de una manera certera, sin conocer la mentira, mientras que seres parecidos a Gulliver eran tratados para las tareas más laboriosas, destacando por lo rudos y egoístas que podían llegar a ser. Nos compara con los caballos, y precisamente no salimos ganando. Relata una sociedad ideal, en donde el respeto mutuo prima sobre todas las cosas y en donde el engaño no existe, comparándolo con nuestra sociedad, que, como en el resto del libro, la ve de una forma totalmente negativa. Incluso respecto de los abogados, gentes que hablan sin decir nada y que intentan engañar con su palabrería. Critica también a los políticos y a las relaciones entre los Estados, en donde el fuerte hace la guerra al débil por orgullo y el débil al fuerte para minarlo.

Es decir, nos encontramos ante un libro de viajes que nos lleva aun crítica mordaz de la sociedad, una crítica que nos lleva al sarcasmo más extremo, un sarcasmo que en su vida personal muy posiblemente le pasó factura.