Aire, por favor

Congreso de los diputados/ Wikimedia Commons

Congreso de los diputados/ Wikimedia Commons

Por Antonio José Valverde Luna

Este domingo 4, en su Carta del Director El Español respondiendo a su pregunta ¿por qué ni uno sólo de los 350 diputados se ha apartado de lo previamente anunciado por sus jefes de fila? se contesta “Pues porque en España no hay democracia, ni siquiera partitocracia, sino cupulocracia: el dictado de los cómitres, la sumisión de los galeotes. La Constitución dice lo contrario, pero vaya que si los diputados están sometidos a un mandato imperativo... El de los que volverán a ponerlos o no en las listas. Por eso es tan importante acertar con la reforma electoral.”

Éste es un botón de muestra más de las opiniones sobre la encrucijada impotente y desesperante a que nos ha conducido la disciplina de partido en los grupos parlamentarios aplicada a las votaciones para la investidura del Presidente del Gobierno. El señor Pedro J. Ramírez ha dado casi en el clavo, y digo casi porque ha sido de refilón y se ha pasado. No trato de corregirle la plana sino de centrar la idea para plasmarla en una propuesta de acción.

Cito ahora a Manuel Sánchez de Dios (Catedrático Ciencia Política UCM): “La disciplina de partido se estructura por la organización interna que tienen los partidos y principalmente por las normas y estatutos internos de los partidos [...] La disciplina de partido es uno de los principios básicos del régimen parlamentario. […] Se puede decir que la disciplina de partido es un fundamento oculto, no explícito formalmente[…] Sin embargo el principio de la disciplina de partidos contradice el principio liberal de la libre representación de los diputados[…] En la Constitución española de 1978 sólo hay una breve referencia a los grupos parlamentarios: éstos solamente son mencionados en el art. 78.1, cuando se dice que los grupos parlamentarios tiene que enviar representantes a la Diputación Permanente, que es el órgano encargado de velar por los poderes del Congreso cuando no está en periodo de sesiones (por vacaciones o por haber acabado la legislatura). Por otra parte la Constitución explicita que los parlamentarios están libres de mandato imperativo (art. 67.2), es decir no vinculados a ningún tipo de mandatario ni obligados a seguir instrucciones de nadie”.

Hay ciudadanos que desde hace meses se preguntan por qué no son secretas estas votaciones y las contestaciones documentadas nos remiten al Reglamento del Congreso de los Diputados, 10 de febrero de 1982 cuyo Artículo 85.2) dice “Las votaciones para la investidura del Presidente del Gobierno, la moción de censura y la cuestión de confianza serán en todo caso públicas por llamamiento.”

No soy experto ni voy a entrar a divagar sobre cuáles serían las condiciones y situaciones límites en la que los parlamentarios debieran hacer uso de su obligación constitucional (Art. 67.2: Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo). Estamos ya en una situación más que límite y con el tiempo justo para abrir la puerta bloqueada.

La Disposición Final Segunda del citado Reglamento del Congreso de los Diputados dice: “La reforma del presente Reglamento se tramitará por el procedimiento establecido para las proposiciones de ley de iniciativa del Congreso. Su aprobación requerirá una votación final de totalidad por mayoría absoluta.”

Y aquí está la solución. Tramitar una proposición de ley modificando el Art. 85.2 del Reglamento en lo referente a la investidura, estipulando que la votación será secreta, lo que no impide la disciplina de voto pero permite la “flexibilidad disciplinada” además de la libertad de conciencia (conciencia que buena falta nos hace).

Si se piensa cambiar fácilmente la ley para adelantar la fecha de unas indeseables terceras elecciones, más necesario y prioritario es poner en marcha la solución propuesta que matizada, negociada y acordada por una mayoría absoluta será beneficiosa para los grupos parlamentarios con independencia de cuales sean las opciones para el próximo intento de investidura. Por favor, canalicen la propuesta a los centros de decisión de los Grupos parlamentarios. No hay tiempo que perder.