Madre Teresa de Calcuta, ¡menuda santa!

Teresa de Calcuta/ Caspic/ Flickr

Teresa de Calcuta/ Caspic/ Flickr

Por Pedro Peral Marín

De entre las acepciones del adjetivo menudo tomamos dos: el que se refiere a lo chico, pequeño o delgado y el que expresa ponderación. Ambos pueden encajarle a la madre Teresa de Calcuta: es pequeña, grácil, y debe pesar alrededor de cincuenta kilos, persona físicamente menuda. Su figura se agiganta en el otro sentido, en el de su entrega cristiana a los demás, que ofrece una dimensión universal, ¡menuda santa!

Nacida en el seno de una familia católica albanesa, en Skopje, actual Macedonia, en 1910, la profunda religiosidad de su madre despertó en ella la vocación de misionera a los doce años. Siendo aún una niña ingresó en la Congregación Mariana de las Hijas de María.

Apenas hechos los votos pasó a Calcuta, la ciudad con la que habría de identificar su vida y su vocación de entrega a los más necesitados. La profunda impresión que le causó la miseria que observaba en las calles de la ciudad la movió a solicitar a Pío XII la licencia para abandonar la orden y entregarse por completo a la causa de los menesterosos. Enérgica y decidida en sus propósitos, Teresa de Calcuta pronunció por entonces el que sería el principio fundamental de su mensaje y de su acción: "Quiero llevar el amor de Dios a los pobres más pobres; quiero demostrarles que Dios ama el mundo y que les ama a ellos".

En 1950 adoptó también la nacionalidad india y fundó la congregación de las Misioneras de la Caridad, cuyo pleno reconocimiento encontraría numerosos obstáculos antes de que Pablo VI lo hiciera efectivo en 1965.

Cuando en 1997 falleció la Madre Teresa de Calcuta, la congregación contaba ya con más de quinientos centros en un centenar de países. Era querida por igual por católicos, hindúes y musulmanes. Pero quizá la orden que fundó, cuyo objetivo es ayudar a "los más pobres de los pobres", es la parte menor de su legado; la mayor fue erigirse en un ejemplo inspirador reciente, en la prueba palpable y viva de cómo la generosidad, la abnegación y la entrega a los demás también tienen sentido en tiempos modernos.

Una intensa y larga vida de amor a los demás, por Dios, está plena de anécdotas con sabor divino. En una ocasión un alto mandatario que visitaba uno de sus hospitales al ver las dificultades de la labor le dijo a la Madre Teresa: “esto no lo haría yo por todo el oro del mundo”. A lo que contestó Teresa: “ni yo tampoco”. Cuando alguien trataba de minusvalorar su tarea le señalaban que lo que hacía era una gota de agua en el océano. “Sin esa gota, el océano está incompleto”, respondía.

El pasado domingo, la Madre Teresa fue canonizada en Roma. Era la proclamación oficial de una santidad que venía viviendo durante toda su fecunda existencia.