Memorias de un anciano

Adolfo Suárez y Moldes Fontán, en un acto de CDS en 1986/ Wikimedia Commons

Adolfo Suárez y Moldes Fontán, en un acto de CDS en 1986/ Wikimedia Commons

Por Ángel Alonso Pachón

Recuerdo aquellos años 40, 50, 60… reconstrucción material, pobreza, racionamiento, silencios llenos de expresión, rencores amortiguados por el hambre, Iglesia cuadriculada y descolocada, obediencia oficializada, miradas necesitadas de comprensión, chepas de madera y carbón calefacción de camas pobres, verdes, grises, obreros, comerciantes unidos en el dolor y en la esperanza… Dios era Dios, El Caudillo era el Caudillo y todos los demás éramos materia prima para el desarrollo.

Como en una hibernación, el “sentido común” se conservó en el interior de todo hombre de bien. Llegaron los años 70 y ese “sentido común” se hizo adulto y aprendió a hablar, a dialogar, a reflexionar… aprendió a reconocer su pasado, a examinar su presente y a pensar cómo construir un futuro para los demás.

El “sentido común” comenzó a andar y, a pesar de la tibia tartamudez de los personalismos egoístas, aprendió a conversar despacio, aprendió a escuchar tranquilo, aprendió a ser uno más, ni el más bueno ni el más malo. El “sentido común” se fue haciendo mayor y el tiempo quitó caretas, comprendió el dolor… pero también consintió el pillaje de ilusiones.

El “sentido común” sólo cometió un fallo: no preparar su jubilación, no madurar su herencia… El “sentido común” murió, al poco tiempo, de pena. Los herederos, sin sentido de familia, celebraron el duelo y, apresurándose, hicieron la partición… los bolsillos se convirtieron en alforjas, sus miradas fueron de soslayo y volvieron a tartamudear para hacer difícil la comprensión.

Sánchez, Rivera, Iglesias, Rajoy… ¿No les recuerda algo?