Nivel

Simpatizantes de Unidos Podemos/Luca Piergiovanni/EFE

Simpatizantes de Unidos Podemos/Luca Piergiovanni/EFE

Por Félix Jacinto Alonso Holguin

Ya pasó, ya. Han finalizado las primeras Elecciones Generales de España del año 2016. Se han contado los votos y asignado los diputados o senadores correspondientes a los partidos políticos. Es hora de realizar un pequeño análisis, pero no de los elegidos, sino de sus electores.

Es discutible quién ha ganado o identificar a los perdedores, si los hubiere; estamos acostumbrados a escuchar como todos los candidatos ganaron algo. Estas elecciones han sido iguales y diferentes a las anteriores.

Recuerdo en mi juventud a Fray Adolfo, de la Congregación Franciscanos Conventuales Menores, como uno de los grandes profesores que tuve. FrayAdol era un ejemplo de cómo enseñar a niños de 6º de E.G.B. pequeñas nociones de latín. Nos transmitía que cualquier mínima duda había de ser resuelta por los clásicos, ora latín, ora griego. Nuestro pequeña solución era recurrir al diccionario, como fuente clásica del conocimiento. ¡Qué buen maestro era FrayAdol!

Está por cumplirse la primera semana postelectoral. La posibilidad de cada individuo de realizar su análisis se basa en herramientas T.I.C., como son las redes sociales. En ellas, con un correo electrónico, puede compartir su opinión, cariño... también su odio. Casi sin prestar atención al lenguaje, nos lanzamos a aseverar ciertas definiciones; muchas veces compartimos nuestros sentimientos dejando de lado la posibilidad de hacer daño de forma gratuita a otros semejantes queridos, o bien, familiares por adopción; algunas ocasiones adjetivamos a otros individuos con nuestra propia visión ideológica, apartando el respeto por el ser humano.

Recordé a FrayAdol y busqué en el Diccionario Digital de la Real Academia de la Lengua Española. Mi duda ha sido estos días: nivel. Sí, sí, así de simple, “nivel”.

Los seguidores de una coalición política de extrema izquierda, o del otro lado, ya que según han ido avanzando los meses sus dirigentes se han balanceado de un punto extremo a otro más intermedio, dependiendo de los días, han calificado con diversos insultos al resto del electorado. Uno de los términos más asquerosos ha sido “subnormal”.

La primera acepción es: “altura que algo alcanza, o a la que está colocado”; se supone referencia a la tercera: “medida de una cantidad con referencia a una escala determinada”.

Las personas suelen reflejar su perfil profesional y formación, incluso algunos su ocupación laboral. Conocer la cualificación profesional de aquellos que realizan dichas definiciones, determina también el valor de la afirmación. Ese trato vejatorio a aquellos ciudadanos que no comparten su visión de la política, tiene una educación democrática dudosa. Me pregunto, ¿qué “nivel” tiene un individuo para considerar “subnormal” a otro por una ideología?

La cuarta y quinta acepción son: “categoría, rango; instrumento para comprobar la diferencia o la igualdad entre dos puntos”, respectivamente. Resulta complicado conocer cómo han logrado medir a todos los votantes de las opciones contrarias a la suya; mucho más, saber la forma de encuadrar en una categoría o rango a personas desconocidas.

La sexta es “grado o altura que alcanzan ciertos aspectos de la vida social”. Un aspecto difiere de una persona, ya que ésta es algo físico y no una cuestión tangible. La democracia es la forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos, de forma libre e igual. ¿Quién y cómo determina el nivel de “normalidad” en un sistema igualitario?

La séptima: “igualdad o equivalencia en cualquier línea o especie”. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es demoledor. Otorga la igualdad a todos los seres humanos, como no podía ser de otra forma, al igual que la Carta de Naciones Unidas sobre la Declaración de los Derechos Humanos.

La segunda “horizontalidad” -que tanto leer el programa político del catálogo “Suecio”, también a mí se me altera el orden de cuando en vez- proporciona una afirmación sobre el mismo plano donde nos encontramos los humanos, al menos algunos. Ellos, aquellos que usan el prefijo “sub” junto con el adjetivo “normal”, pretenden estar en diferente plano al resto de criaturas de su misma especie que no comulgan con su ideología. Error, craso error, ya que el juego democrático se basa en convencer a electores de tus proyectos políticos como la mejor opción. Especialmente a aquellos que no son afines a ti... porque los electores de “casa” no necesitan mayores convicciones.

Vosotros, aquellos que nos denomináis así al resto de ciudadanos, merecéis un desprecio infinito, que no odio, ya que, a diferencia de ustedes, nos sí confiamos en los seres humanos. Ni que decir tiene que ustedes mismos están en otro plano, posición, lugar... y nivel... al menos, según dicen vos.