Principio de contradicción

Debate a cuatro/EFE/Mariscal

Debate a cuatro/EFE/Mariscal

Por Félix Jacinto Alonso Holguin, @AlonsoHolguinFJ

Se trata de un término jurídico que da oportunidad en el ámbito formado por dos partes, una demandada, otra demandante, de oponerse a un acto con el fin de verificar su regularidad. Traducido del “Román Paladino”, sería el derecho a contradecir a otro, incluso a formular aspectos contrarios, tal y como haría el mismísimo “Abogado del Diablo”.

Las diferentes opiniones sirven para fortalecer las decisiones a tomar. Los griegos, allá en el nacimiento de la Democracia, veían con buenos ojos entablar discusiones sobre los más variados temas. Uno de los principios de los grupos de debate universitario es la defensa de un principio y ser capaz de argumentar en contrario. Ello sirve de base al Derecho y a su ejercicio en el ámbito de la Justicia. Abogado Defensor y Fiscal utilizan las mismas leyes en posiciones contrarias, dependiendo de los intereses de su defendido.

En esta España del 2016, los políticos abogan periódicamente por cambiar la Constitución de 1978. Consideran que está “antigua”, o deber ser reformada para “adaptarla a los nuevos tiempos”, incluso se permite a partes del conjunto de España no cumplir sus preceptos... y todo aprovechando la financiación del resto de ciudadanos, incluso con actos contrarios a la Ley, junto con la benevolencia del propio “Estao”.

Desde el mes de diciembre estamos haciendo equilibrio en el “alambre” del Poder Legislativo y Ejecutivo. Dentro de unos días tendremos otra vez elecciones generales. Hemos de elegir a 350 ciudadanos para componer el Congreso de los Diputados y Senado, con el fin de nombrar un equipo de Gobierno. La labor está siendo dura, ya que, según ha quedado demostrado, poner de acuerdo a dos españoles de ideología política distinta es complicado; ratificar la conjunción por el resto del arco parlamentario... esas cosas a Lourdes, Fátima o a la Santísima Virgen del Pilar. Al menos por ahora.

Hace unos días se reunieron cinco de los candidatos en un debate televisivo. De diferente tamaño, visión, vestimenta, posición y evolución, pretendieron hacernos comprender cuál era la mejor razón para depositar en ellos nuestra confianza. Había cuatro seres humanos, al menos cuando veamos su papeleta el día de las elecciones: uno de ellos se presenta coaligado con diez organizaciones, partidos, partidas o agrupaciones electorales. Enviaron sólo a uno de ellos, ya que en el reparto de tiempo, hubieran tocado a 20 segundos cada uno. “Unidos” sí, pero para aprovechar la Ley D'Hont al máximo de su imperfección.

Se posicionaron desde un lado a otro del escenario: uno con corbata perfectamente vestido; el segundo con chaqueta abierta; tercero con traje y sin corbata; cuarto sin traje, ni corbata: era como una boda: de principio a fin.

Estuvieron rajando, hablando mal de presentes y ausentes, durante dos horas y un poco más. Se pisaban la palabra, apuntaban con el dedo, sacaban cartelitos, incluso uno, a media voz, susurraba alguno “te equivocas, yo no soy tu enemigo”. Para ese argumento, bien podrían haber dejado un teléfono y usar el mensaje de “guasáp”. ¿Te imaginas la caricatura que habría adjetivado el texto?

Todos ellos “se” llevan meses hablando de porcentajes, coaliciones, uniones y separaciones. ¡Oigan, que esto parece una corrala! (Con el debido respeto a aquellos lugares de residencia común de familias enteras). Nuestra España, la mayor parte de la Península Ibérica, precisa de un acuerdo para salir adelante. Tenemos varios envites en diferentes posiciones de los puntos cardinales. Racionales o menos, muchos de ellos tratan de ganar la financiación de su separación simulada. Pretenden rescindir la Unidad sin considerar la opinión del resto. De estos cuatro o quince señores representados, dos de ellos apoyan el conjunto, otro percibe diferentes posturas y los doce últimos dependen de la fuerza del viento en cada lugar geográfico.

He comenzado a leer los programas de cada uno de las opciones indicadas. ¡De alguna forma hay que ganarse el cielo! Desconozco si alguien del conjunto del electorado hará lo mismo; aunque, sin duda, mi mayor preocupación es conocer si, en solitario o pareja -el trío queda casi descartado-, cumplirán alguna de sus promesas... esas que sólo valen para echar en cara a otro cuestiones del pasado, preocupándose poco por el futuro de nosotros y de “el español” de mediana estatura, condición y convicción.

Tanto están diciendo unos y otros sobre cuál es el mejor pacto entre las formaciones, sus metas, añoranzas, odios... incluso sus “cariños”, que me han convencido: voy a leer “sus” propuestas. Seguiré el Principio de Contradicción para conocer qué quiere cada uno y qué pretende con España en su conjunto, además de nosotros como su continente. 

Cuando acabe, informaré de ello. Palabrita del Niño Jesús.