En el palacio independiente de la demagogia

Por María Luz Simón González

Érase una vez un grupo de principitos que jugaba plácidamente en los jardines de su palacio. Conocieron un día a alguien que les contó que, en su tierra, los niños como ellos jugaban en las salas del palacio y eran libres de destruir los espejos, los jarrones, las lámparas. Les contó que todos los niños de los lugares próximos acudían, cada día, a jugar con ellos y juntos se divertían lanzando piedras y pelotas a todas esas piezas que hasta entonces habían estado vetadas para incluirlas en sus placeres más gratos.

Los niños le preguntaron a aquel hombre qué había pasado con los adultos de su palacio, cómo habían conseguido que les dejaran hacer todo eso y el hombre contestó:

-Primero entramos amablemente, como unos invitados más al palacio y luego, mientras dormían les atamos y les llevamos a las mazmorras, creían que era una broma pero ahora ya saben que nunca les dejaremos volver a los salones de palacio.

-Vosotros- continuo el hombre- podéis hacer lo mismo en vuestro palacio, no os podéis imaginar a cuántos niños haréis felices. La felicidad suprema llegará cuando todos los niños del mundo acabemos con todos los adornos de todos los palacios del mundo, sin adultos imponiendo sus tontas disciplinas, sus pesados trabajos, ese orden que no nos deja reír a gusto.

-Entre todos podemos conseguirlo- prosiguió el grandullón como de país de “nunca jamás”- no desperdiciéis esta oportunidad, la sonrisa de un niño es lo más hermoso del este mundo y cualquier cosa es válida para lograrla. No os dan pena todos esos niños que no tienen jardines y palacios como los vuestros.

-Pero si los destruimos- dijo uno de los principitos- ya nadie tendrá palacios ni jardines.

-Sí, sí, mira, lo que vamos a hacer es sacar a los adultos de las mazmorras, o bueno vosotros todavía no les tenéis ahí, en lugar de encerrarlos podéis llevarlos directamente a las fábricas de jarrones para que os hagan muchos jarrones, la verdad es que sí, que os serán más útiles que en las mazmorras, y pasarán día y noche fabricando jarrones que nosotros podremos destruir a placer.