La corrupción

Los expresidentes andaluces Manuel Chaves y José Antonio Griñán/EFE

Los expresidentes andaluces Manuel Chaves y José Antonio Griñán/EFE

Por Rafael Maria Molina Escondrillas

La corrupción en nuestro país ha llegado a tal nivel de saturación que la clase política siente la necesidad de preguntarse qué es la corrupción. “Lo primero que deberíamos preguntarnos es qué es corrupción. Para mí corrupción es robar”, declaraba Martínez Maíllo, vicesecretario general de organización del PP en una entrevista con Pepa Bueno en la cadena Ser. “Son gente honrada y pongo la mano en el fuego por ellos de que no se han llevado un duro” declaraba por su parte Antonio Hernando, portavoz socialista en el Congreso.

La corrupción no tiene por qué ser un simple hecho. Una acción. La corrupción puede ser una actitud. Todo lo que sea alejarte de las funciones para las que has sido elegido por los ciudadanos te marca como corrupto, puesto que te estás beneficiando de tu posición para sacar provecho, ya sea en beneficio propio o en favor de terceros.

Una de las razones que suelen esgrimir los políticos para sacudirse cualquier culpabilidad es “yo no sabía nada”. En ese caso estás inhabilitado políticamente para ejercer el poder ejecutivo en cualquier vertiente. Otro escenario es la penalidad de esas acciones.

Cuesta creer que Chaves y Griñán en Andalucía, o Rita Barberá en Valencia no se dieran cuenta de la trama que circulaba a su alrededor. Hemos inoculado tanto la corrupción que tenemos que preguntarnos qué es corrupción. Y ya ni las urnas sirven de penitencia.