Cuando la creatividad es nula

Imagen de la exposición

Imagen de la exposición

Por Marta Teixidó

[Ramón Enrich: Arquitectura, tipografies i altres volums en Fundació Vila-Casas Espai Volart, Barcelona]

Reconoce esta crítico de provincias que en ocasiones, le da una pereza enorme realizar un comentario, debido a la mala calidad de la obra visualizada. Y si bien puede parecer al amable y desconocido lector que las exposiciones mediocres, pueden resultar “gratificantes” para el humor corrosivo, la ironía punzante y sarcasmo jocoso, en otras se puede asegurar que el esfuerzo es titánico para realizar una crítica en condiciones, y no utilizar un vocablo de carácter escatológico para definir de forma explícita y expeditiva una muestra.

Ramon Enrich expone la Fundació Vila Casas su obra más reciente. El título ya resulta rebuscado y esperpéntico: Arquitectura, tipografías y otros volúmenes.

Bajo este rimbombante enunciado, el tal Enrich se dedica a ofrecer una muestra pobre de espíritu, lamentable de técnica y más que vista en cuanto a temática. Con claras referencias a De Chirico, Carrá, Josep M. Subirachs o Joan Brossa, por citar algunos de los más interesantes nombres de la historia del arte del siglo XX, el espectador contempla la soledad de paisajes arquitectónicos, con abundancia de geometrías que desplazan las cosas reales a un nuevo contexto, intentando provocar una sensación de sorpresa y desilusión, cuando el resultado obtenido es la desidia y la indiferencia.

Es imposible, mientras se visita esta exposición, percibir una realidad onírica y secundaria para realizar su interpretación. Sólo se observa una enésima representación, en este ocasión tosca y patética, de las arquitecturas de De Chirico. En los espacios urbanos representados, los elementos arquitectónicos han sido substituidos por simples figuras geométricas, -aunque sean casitas- con proyección de sombras y ausencia de presencia humana. Unos trabajos en los que se aprecia un exceso de utilización de plantillas y un defecto en el uso del pincel.

El lenguaje simbólico y trascendental de Josep Maria Subirachs, del que descaradamente toma prestadas referencias, se convierten un conjunto de casitas y figuras, más aptas para juegos de niños que para exponer en una sala de arte. Las letras sueltas de algunas obras claramente recuerdan a los poemas visuales de Joan Brossa, quien trataba de descubrir la magia en el objeto más vulgar, siguiendo la línea del arte pobre, y con un claro mensaje detrás de cada pieza. Por parte de Enrich, son de nuevo plantillas, colocadas en un lienzo, como si de un trabajo infantil se tratase. No hay novedad, no hay un mensaje autentico. Sólo copia y falta de imaginación.

Ni tan siquiera el escritor y crítico literario Julià Guillamon, autor del texto que ilustra el catálogo, ha sido capaz de explicar la obra de Enrich ni sus impresiones al respecto. Se limita a describir el encuentro con el personaje, un tanto delirante, su taller, los materiales que observa para acabar realizando unas cuantas elucubraciones mentales, más que reflexiones, ante la falta total de comprensión de sus trabajos.

Entiendo que pueda resultar muy difícil no sólo para la Fundació Vila Casas y su directora de arte, Gloria Bosch, sino para muchas salas de arte, fundaciones y galerías, el encontrar nuevos artistas en los que la calidad, la creatividad y el nivel merezcan una exposición. Entiendo además que las presiones por parte de la propia fundación Vila Casas, por favores recibidos o por compromisos adquiridos, tengan también acto de presencia en exposiciones de bajo calibre como la que nos ocupa.

Pero en todo caso, tal vez sea hora de ser honesto y realista, divulgando a los cuatro vientos que no hay material bueno para exponer, no hay artistas en la actualidad con nivel para una exposición individual, por lo que durante una temporada se cierra la paradita, o en todo caso, se hacen colectivas a destajo para amortizar las instalaciones.

Esto no va a suceder, tanto por falta de honestidad como por continuidad de la propia Vila Casas, como le ocurre a otras instituciones sean públicas o privadas. Pero nadie dice nada. En los periódicos generalistas la crítica está completamente extinguida, porque siempre se habla de “buenas” exposiciones; es decir, de muestras en las que el “crítico” de turno no tenga contrariedades y pueda defender, ya que debe claudicar ante el sueldo de cada mes. ¡¡¡Premium vivere!!!

Se impone la ley del silencio y lo políticamente correcto, y con ello, se entierra el espíritu crítico para la cultura y las humanidades de las actuales y futuras generaciones. Y todo ello, gracias al sistema educativo que desde la Logse, a la Lomce, y un montón de siglas más, han perpetrado el delito de eliminando de las escuelas, institutos y universidades. Una operación bien urdida y preparada, para una sociedad esclavizada por el hedonismo, que en la actualidad aporta “artífices” como Ramon Enrich, con obra de perfil bajo y calidad mediocre.