La cáscara de la política

Por Carmen Blanco Picó

Cuando observo la tormenta política que se vislumbra al otear el horizonte, me viene a la mente mi bisabuelo Picó, que usaba el mazo con determinación, según cuentan mis mayores, para romper la dura cáscara de las almendras. En los tiempos duros de la posguerra y en los primeros años de la transición, mi abuelo decía que su padre, en tiempos difíciles, aplicaba de inmediato toda su energía para vencer las
dificultades, de la forma que fuera, sin reparar en esfuerzos y sudores. Tal cual mazazo firme y certero.

Ahora, de vivir, seguro que se preguntaría qué se puede hacer cuando todas las encuestas vienen a coincidir en dos afirmaciones:

1. Que en caso que se repitan las elecciones, los resultados “sufrirían” leves variaciones.

2. Que la falta de costumbre para llegar a un pacto de Gobierno hace más que difícil la composición de un Ejecutivo de consenso. Queda claro que en los tres meses pasados han ido por delante los intereses personalistas de los líderes políticos. Unos para postularse en el papel que, entienden les corresponde, y otros para esconderse.

Esconderse detrás de una mayoría insuficiente en el caso de Rajoy, para postularse so pena de pérdida de oportunidad en el caso de Pedro Sánchez, para solicitar la vicepresidencia en el caso de Pablo Iglesias, o para actuar como intermediador de la solución que tiende la mano a su derecha e izquierda y sigue sin poder sujetar lo suficiente, en el caso de Albert Rivera. Porque sólo se ofrece por el Sr. Rajoy una solución, que es la de que vuelva él mismo a presidir cuando se sabe que no es la solución que pueda despertar el consenso general o mayoritario... aunque fuera de un mazazo. Mientras, el Sr. Sánchez apuesta al todo o nada en el precipicio de las dudas numéricas y el reloj puesto en cuenta atrás.

Con tantas cábalas y algunas esperpénticas escenificaciones, los españoles no
vemos un pacto claro para formar ese anhelado gobierno, pero tampoco
vislumbramos que unas nuevas elecciones puedan resolver el nudo gordiano
que se ha formado. Es por eso que me viene a la mente la dura cáscara de los egos y el
gran mazo de mi bisabuelo.

Las nuevas elecciones podrían ser como una almendra amarga que después de
abierta resultara indigesta a muchos. Recuerdo que Einstein dijo: “todo debería hacerse tan simple como sea posible, pero no más que eso”, y he caído en la cuenta que la demora tiene perjuicios siempre. O dicho de otra manera: lo lento, si
es malo, es doblemente malo.

Con un golpe de mazo certero por la parte más fina de la cáscara de la almendra para vencer su resistencia, sin escatimar en el esfuerzo, se ahorraría mucho tiempo, lo cual hace falta, porque unos perderían con casi total probabilidad la posibilidad de liderazgo, no solo de España sino de los suyos propios, y otros perderían el efecto de su irrupción en la nueva forma de entender la democracia española.

En definitiva, quedarán todos malparados, en cualquier caso, de repetirse las
elecciones y obtenerse similares posiciones. Y recordando ahora a mi adorada abuela, que como siempre, ponía la última palabra sabia al decir tras el mazazo de su hombre: “más pierde el que más tiene que perder....”

Ahora veo que no queda más remedio que los propios partidos vayan quitando algunas cáscaras para ahorrar perjuicios generales y propios... o algunas caerán sin remedio de volver las urnas a los colegios electorales.