Por César Massó, economista
El Plan de Garantía Juvenil es un programa financiado con 2.360 millones de euros por la Unión Europea, cuyo fin es “la inserción y mantenimiento en el mercado laboral, con un empleo de calidad, de los jóvenes mayores de 16 años y menores de 30 no ocupados ni integrados en los sistemas de formación o educación". El 23 de marzo el diario El Mundo publicaba una noticia titulada “Sólo el 19% de los jóvenes españoles se apunta al Plan de Garantía Juvenil”, evidenciando el fracaso de este plan. Pero, ¿por qué ha fracasado? ¿Qué se ha hecho con esos 2.360 millones de euros?
En primer lugar el objeto del plan es erróneo. Una vez más los planes de empleo se centran en el lado de la oferta, no en el de la demanda. El problema no es que nuestros jóvenes no tengan educación, formación, conocimiento de idiomas, manejo de herramientas tecnológicas o sean poco emprendedores (todas ellas citadas en el Resumen Ejecutivo de dicho plan). Tenemos jóvenes muy formados que aun así no son capaces de encontrar empleo, ya que lo que falla es la oferta. Los gobiernos (ya sean nacionales o europeos) no generan empleo, si éste no es público, y su labor sólo se puede limitar a facilitar que empresas y autónomos tengan menos trabas administrativas, legislativas y tributarias a la hora de comenzar o ampliar una actividad. En estos puntos todos sabemos lo mucho que flaquea España.
En segundo lugar, el objetivo del plan es erróneo. El fin del plan es el plan en sí mismo, o como indica el Ministerio de Hacienda (intermediario en la financiación), “conseguir la participación masiva de este colectivo”. El objetivo no es conseguir que nuestros jóvenes tengan empleo, sino que tanto Marianne Thyssen, Comisaria de Empleo europeo, como Mariano Rajoy y Fátima Báñez puedan decir “hemos ayudado a cientos de miles de jóvenes con el Plan de Garantía juvenil, fomentando su empleabilidad, dedicado miles de millones a este programa, y patatín y patatán”. Sin mencionar nunca cuantos jóvenes han conseguido empleo gracias a él. Y para ello van a lanzar una nueva campaña de comunicación masiva (lo que nos costará aún más dinero a los contribuyentes) para dar a conocer el plan y fomentar la participación en el mismo. No se han planteado que quizás el error sea que los jóvenes no ven qué beneficio pueden sacar de pasarse cuatro horas con un orientador laboral que les pregunte en qué les gustaría trabajar o que les de un cursillo de Windows.
Por último, pretender enfrentar a una generación que ha nacido con un móvil en la mano a un proceso administrativo que, según fuentes del Ministerio “es sencillo y se resuelve en apenas 72 horas” es dejar patente el extremo desconocimiento que la administración pública tiene de la sociedad actual, y su estancamiento en épocas pasadas. El Ministerio, que funciona de acuerdo a los estándares del siglo XX, pretende que gente que abre una cuenta de correo electrónico en dos minutos (lo que hoy en día es indispensable, cosa que este plan no es), contrata una cuenta de paypal o cambia de nº de móvil en diez minutos, emplee 72 horas en apuntarse a un plan que, con mucha suerte, les servirá para añadir una línea más (que no leerá ningún empleador) a su currículo.
Este tipo de planes de empleo, que se llevan a cabo desde hace años con éste u otros nombres, nunca han conseguido generar empleo. Consiguen que Sindicatos y Patronal tengan fondos para, bueno lo que ustedes bien conocen y pueden leer en los periódicos (omito aquí referencias explicitas a las mariscadas). Pero no generan empleo. Eliminado niveles legislativos y normativos (Ayuntamiento, Comunidades Autónomas), simplificando procesos administrativos, una administración online, rebajando tasas y gravámenes tributarios a empresas y autónomos, facilitando espacios públicos (oficinas para startups, concesiones limitadas temporalmente de terreno público para la construcción de naves indutriales, etc)….tampoco se genera empleo, pero se facilita que otros lo creen. Se lo dice un trabajador por cuenta ajena.