Homenaje a Grande de España

Leticia Ayuso/Flickr

Leticia Ayuso/Flickr

Por Ángel Zurita Hinojal

En Chamberí, distrito de la “capital federal” en el que discurre mi devenir profesional, en los paseos de media mañana que acostumbro, es frecuente cruzarme con una pareja singular: una agraciada joven dando el brazo a un gentil caballero de más que provecta edad, siempre en animada conversación (de ahí lo de singular).

Reconocí en cada ocasión al caballero, pero siempre reprimí el impulso de saludarle robándole no más de un minuto de su precioso tiempo. Así fue, vez tras vez, hasta hace un par de semanas, ocasión en la que -literalmente- me di de bruces con la pareja no acertando a seguir conteniendo aquel impulso. Así, dirigiéndome a él acerté a balbucear no más que “Perdóneme Don Francisco…”. No hubo más ya que el abordado replicó “Se equivoca, joven, pero no soy tal”.

A esa altura y proximidad ya había alcanzado a comprender mi error, pero él añadió “¿Cuántos años tiene Don Francisco? ¡Seguro que 103 no!

Balbuceé mi disculpa por la confusión y, con condescendencia a la senectud más que lúcida que tenía enfrente, repliqué que me negaba a creer que tal fuera su edad. La reiteró él y tras añadír yo que, aunque no tantos, los de "mi admirado" no eran pocos, me despidió con socarrona sonrisa.

Cierto que el Don Francisco con el que creía cruzarme tantas mañanas no llega a esos 103 años pero, puesto que nació en 1922, pocos le faltan. Y muchos después de alcanzar su calidad de emérito de la Universidad Complutense de Madrid y también muchos después de ocupar plaza en la Real Academia Española, sigue deleitándome con sus atinadas incursiones en la prensa.

La relectura por azar de un artículo de 4 de agosto de 2000 titulado Nacionalismo vasco me ha animado hoy a este homenaje. Ayer tuvo el suyo en la Biblioteca Nacional el historiador de la contemporaneidad Juan Pablo Fusi, al que reitero el mío. Pero a lo que voy, para Don Francisco vaya este particularísimo mío.

Trato de hacerlo al humanista, helenista y -sencillamente, filósofo- Don Francisco Rodríguez Adrados. ¡Larga vida, Maestro!

Termino: Echaré al bolsillo la cuartilla con estas líneas y cuando vuelva a cruzarme con el otro Don Francisco, tornando a disculparme, se la ofreceré para que, si tiene a bien leerla, sepa con quién le confundí.