Ornitorrincos en el hemiciclo

Por Javier Arruego Saenz de Santamaria 

No esperábamos otra cosa. Nuestros deseos hace tiempo se rindieron a las estratagemas. Pero el espectáculo de la investidura frustrada ha cebado, aún más, la melancolía que nos nutre como un absceso.

El Hemiciclo se ha limitado a ser el espejo de la quincalla en la que se ha convertido el debate político en esta vieja nación desguazada.

Las castas diversas, nuevas y viejas (con alguna aislada y noble excepción) se han paseado desnudas ante el estupor con todo su arsenal de mala educación parlamentaria, impudor agresivo, demagogia de manual, atolondramiento ideológico y sarcasmo hepático.

Entre la hojarasca entretenida de tanta retórica banal, apenas han emergido datos contrastados, ideas conciliadoras, planes plausibles o algún tipo de grandeza interpartidaria.

Solo soflamas y rencor por arrobas. Un espectáculo cenagoso para solaz del tribalismo tuitero y el tertulianismo voraz.

Al amanecer de esa Kermesse inútil, lo que queda es un panorama atroz de agotamiento, frentismo e incapacidad estructural para generar cualquier tipo de ilusión razonada por un futuro compartido.

Los ornitorrincos siguen ganando la partida.