Qué hace un economista en prime time

EFE

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Por José Ruiz Pardo

Juan Ramón Rallo, mi estimado Daniel Lacalle, José Mª Gay de Liébana, nombres que desde hace un tiempo nos suenan a todos, pero que antes de esto que hemos llamado crisis no conocíamos ninguno. Rara es la semana que no aparecen varios economistas en programas de televisión o radio y en horario de máxima audiencia. En franjas reservadas para tertulias políticas, anunciar colchones y donde el minuto se paga a precio de oro y brillantes.

Los que más éxito tienen y más repiten (como en casi todo), son los que son capaces de explicar conceptos complejos de manera que cualquiera pueda entenderlo. Como Leopoldo Abadía, que no era economista de formación, pero primero por devoción y luego casi por profesión, se especializó en aprender conceptos económicos y explicarlos para todo el mundo. De ser un completo desconocido a escritor de bestsellers en meses. ¿Por qué estamos ávidos de conocimiento económico?

La que se nos ha venido encima no ha sido pequeña, tanto que aún seguimos debajo. Con la cabeza fuera, pero debajo. De repente la economía se convirtió en la fuente de todos los problemas. Necesitábamos entender qué pasaba y... los españoles no tenemos ni idea de economía. No hace falta decir que no tenemos precisamente un sistema educativo puntero en el mundo, más bien del montón tirando para abajo. Pero la formación en economía en las enseñanzas medias brilla por su ausencia y lo poco que hay, tampoco es que sirva para mucho.

Podemos echar un vistazo a la lista de países educados financieramente, o sea aquellos en los que más formación en economía y economía aplicada se recibe. Nos encontramos con que en la cabeza aparecen Estados Unidos, Canadá, los países Nórdicos o Alemania. ¿Casualidad que las primeras potencias económicas del mundo (China mediante) sean las que más formación en economía reciben? Obviamente no.

No quiero decir que si se hubiese enseñado más economía en las escuelas no habríamos vivido la crisis económica, pero seguro que otro gallo nos cantaría. La formación y el conocimiento es la base de todo.

Y mientras tanto veo políticos cerrando acuerdos o esperando que otros los cierren, pero sin plantearse, de una vez, que la educación deje de ser algo ideológico para convertirse en un asunto de Estado. Veo a uno tratando de hacer un gobierno, al otro esperando que el otro no lo haga movidos por la misma razón: la cabeza de Sánchez o la de la Rajoy solo se salva si al otro le sale mal la jugada. ¿Tanto trabajo cuesta por una vez dejar de pensar en la silla?

Y mientras tanto Sánchez y Rivera firman un acuerdo de gobierno virtual donde para poder coincidir se hacen propuestas generales, aunque lo grave es... ¿Dónde está la educación en un programa de gobierno que se llama a sí mismo reformista?

Y no es que no se se necesite endurecer la lucha contra la corrupción o que de una vez haya independencia en el poder judicial. ¿Pero para cuándo sea el sistema educativo? Señores políticos, las reformas del sistema educativo que se acometan ahora, tardarán al menos diez años en mostrar resultados. ¿Por qué no es prioritario reformar la educación si cuanto antes se empiece antes dará frutos? ¿Es que hay algo más importante que ser un país con futuro sea cual sea el presente? Quizá es que para nuevos y para viejos, diez años es mucho tiempo y prefieren pensar como máximo en cuatro.