Dónde están los Sherpas

El líder de Podemos, Pablo Iglesias/J.P.Gandul/EFE

El líder de Podemos, Pablo Iglesias/J.P.Gandul/EFE

Por Fernando Medina, @fermedon

El término sherpa en política se aplica a los negociadores estatales de alto nivel. Estos días en Bruselas, los sherpas de los estados miembros de la Unión Europea finalizaron a ritmo frenético un acuerdo para evitar el Brexit, la salida de Gran Bretaña de la Unión. Mientras ultimaban dicho acuerdo que vio la luz el pasado viernes, Jefes de Estado y Primeros Ministros paseaban por Bruselas, comían patatas, y mantenían reuniones bilaterales o en petit comité, sin espías, ultimando flecos o diseñando estrategias para avanzar en otros complejos procesos negociadores que desde siempre conforman la agenda de la vieja Europa.

Así es como se cocinan los acuerdos importantes. Y a este tipo de proceder debe haberse referido Pablo Iglesias cuando comentó que él y Pedro Sánchez tendrían que pasear más a menudo juntos, frase que suscitó las risas de los periodistas de la sala de prensa. Lo que ocurre es que al líder de Podemos le faltó la parte de los sherpas. Las cuestiones de Estado en una democracia no se arreglan con paseos a dos o imponiendo unilateralmente programas de Gobierno; pero vaya usted a saber qué entiende nuestro airoso emergente y aglutinador líder de la izquierda por democracia moderna. El proceso negociador, como todas las formaciones políticas constitucionalistas defienden, a excepción de procederes, inquinas personales y zurraspas internas, pasan por acuerdos en lo que une, y concesiones mutuas en lo que separa. Y eso deriva, forzosamente, en procesos de negociación como el que ya debiera haber comenzado hace tiempo si el líder de la formación morada se tomase realmente en serio la posibilidad de negociar o de encontrar puntos de unión.

Las acciones de Podemos están siendo tan directas como rígidas: Veto a negociar con ciertas formaciones políticas, y propuesta unilateral de programa de un Gobierno de coalición (“Gobierno del Cambio”) cuyos miembros ya están identificados, donde los principales puestos para el propio partido están designados, y en el que las principales políticas, incluidas las que afectan a la integridad territorial del Estado ya están definidas. Arduo trabajo que, por supuesto intencionadamente, no tiene en cuenta un pequeño detalle: que nadie participó en esta película salvo el equipo de Iglesias, lo que ya dice mucho si se tiene en cuenta que las elecciones se celebraron hoy hace dos meses, que la sesión de investidura de Pedro Sánchez está a diez días vista, y que los sherpas brillan por su ausencia.

Con PSOE y PP en fase de implosión, inmersos en escándalos de corrupción y en plenas guerras internas, con Ciudadanos vetado, y con una máquina mediática fresca y un mensaje atractivo para lo que ellos llaman “la gente”, Podemos presenta un programa mediante pretendida acción de transparencia, que aparte de ser gracioso ninguna gracia le debe hacer al candidato a la Presidencia. La lectura de los cien folios nos propone unas líneas programáticas que pasan básicamente por ponerle la proa a Europa, aumentar el gasto público, subir los impuestos en cantidad equivalente a un 3% del PIB más un impuesto de solidaridad a la banca, imponer el referéndum de autodeterminación para Cataluña, establecer un sistema de elección de los puestos claves de la Seguridad del Estado, la Banca, los Medios y el Poder Judicial por “consenso”, léase consenso entre los miembros de la coalición de Gobierno, cargarse las últimas dos reformas laborales a la vez que aumentar el número de funcionarios públicos, hacer fijos a los trabajadores en un año, o incrementar el salario mínimo interprofesional y las rentas de subsidio.

El programa se presenta de forma muy atractiva para quienes todavía creen en papá Estado y en los pajaritos preñados. Pero en lo económico las cuentas no salen, y en lo político España entraría en una senda más que incierta. Nada apunta el programa de Podemos sobre estímulos sustanciales al crédito para el empresario, o políticas de activación de la economía. Las agencias de rating, la Unión Europea, las bolsas y la Confederación de Empresarios ya se han pronunciado: España se iría a pique con este planteamiento. Sin contar con el riesgo antidemocrático y desestabilizador que subyace bajo tan bellos y solidarios postulados.

En estos momentos de impaciencia, confusión y frustración, en estos días en que la tormenta perfecta sacude el alambre de funámbulos políticos, hace más falta que nunca que las reglas de la negociación democrática marquen el camino. Si Pedro Sánchez es el que debe hacerlo, que se deje de guiños a la galería y que coja el toro por los cuernos. Si Pablo Iglesias quiere de verdad ir a una coalición, que respete las reglas del juego democrático. Si todos comprenden lo que significa interés general, que identifiquen puntos de unión. Y que todos negocien hasta la extenuación. Paseos sí, pero sherpas también. Con urgencia. Déjense de mamarrachadas y al tajo.