Por biografía y por memoria

El líder de Podemos, Pablo Iglesias/Ballesteros/EFE

El líder de Podemos, Pablo Iglesias/Ballesteros/EFE

Por Víctor Llano

Por haberlos sufrido y no olvidarlos conozco a los amigos de los líderes de Podemos. Cuando gobiernan te obligan a aplaudir al verdugo. En una ocasión entrevisté a un maestro al que la tiranía castrista despidió por negarse a llevar a sus alumnos a un acto de repudio contra un disidente que quería abandonar el paraíso castrista. Le fue peor que a mí. Salí ileso de Isla-Cárcel. Lo más que llegaron a hacerme fue romper mi certificado de estudios. Según nos dijo un policía en el aeropuerto, el certificado me lo había dado la Revolución y yo no podía servirme de él en Madrid. Nunca más los sufrí. Hasta ahora.

No les resultará muy difícil entender que esté, por biografía y por memoria, entre los que temen que en España gobiernen los que admiran a los que robaron a mis padres lo poco -para ellos todo- que habían ahorrado en Cuba. No creo que sean muchos los españoles que teman más que yo un gobierno de Podemos. Los conozco. No quiero aquí lo que sufren los cubanos, injusticia, miseria, represión, desesperanza y patrañas.

Por estar estoy también entre los que saben que el peor de los miedos es el miedo al miedo. Ese temor nos atormenta de tal forma que perdemos el norte y ya no recordamos dónde dejamos el sur. En muchas ocasiones y en las peores horas llega a pesar mucho más que todas nuestras seguridades. Si existiera el infierno sería algo parecido al miedo al miedo. Por mal que nos queramos estamos obligados a huir de él. Pero lo que no puedo, por injusto, es exigirle al Partido Popular que se abstenga para que Pedro Sánchez gobierne con Rivera y no con Iglesias. Si pudiera, y lo intentará, ya lo intenta, el todavía líder del PSOE gobernaría con los que justifican a decenas de liberticidas. ¿Quién podría confiar en él para presidir las más pequeña de las comunidades de vecinos? Está dispuesto a todo. Lo ha demostrado. No tiene escrúpulos.

No veo más que dos buenas salidas para la situación en la que nos encontramos. Una, dejan gobernar a Rivera. Otra, cambian los ¿líderes? del PP y del PSOE para unas nuevas elecciones. Si se respetara a sí mismo, a su partido y a los españoles, Rajoy tenía que haber dimitido la mañana en la que se publicó su último SMS a Bárcenas. Lo que no pido es una luna de plástico.

No sé qué puede sentir un militante de un partido. Sólo tengo un carné, el del Atlético de Madrid, pero puedo imaginar lo que sentirían los militantes del PP si la abstención de los que eligieron sirviera para llevar a Sánchez a la Moncloa. O Rivera o a elecciones con otros. El miedo al miedo no nos puede llevar al sin sentido de pedir lo injustificable. Si hay que torear se torea. Los buenos toreros lo saben. Lo peor lo pasan antes del paseíllo.