La transparencia de Pedro el Grande

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez/Javier Lizón/EFE

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez/Javier Lizón/EFE

Por Fernando Medina, @fermedon

Dave Eggers nos propone con su novela El Círculo la distopía de un mundo en el que la política sería 100% transparente. En ella tres visionarios reclutan un ejército de jóvenes y animosos programadores con el fin de crear una sociedad buena a través del control de la vida pública y privada. Mediante el desarrollo de multitud de aplicaciones y sistemas de rastreo informático, el Círculo, que somos todos, observa, analiza, controla, aconseja y reprime en tiempo real a nuestros semejantes. Y a nuestros políticos, los primeros. El postulado es simple: Si las negociaciones en política no tuvieran secretos, si los ciudadanos y sus representantes pudieran ser vistos por todos y en todo momento, el mundo sería mejor. Así, motores de búsqueda en internet optimizados, dispositivos ubicuos, móviles, fijos, drones e incluso cámaras colgadas al cuello constituyen el soporte de este Gran Hermano purificador de la Sociedad.

Parece que Pedro Sánchez quiere aplicar una visión de esta distopía a España, como experimento interno socialista para salvar su posición personal. Hace unos días apelaba en rueda de prensa a una total transparencia en las negociaciones de Gobierno PSOE – Podemos; ergo, luz y taquígrafos para el reparto del pastel. Una suerte de infocomunismo, tan de boga en el discurso de la joven izquierda actual. El cuasiasamblearismo o pseudo CUP llega a Ferraz, dirían algunos. Pero el bueno de Sánchez debe haberse leído a fondo a Eggers, porque su transparencia política no pretende llegar al cien por cien. Ha tenido que ser una garganta profunda del Comité Federal del PSOE de este fin de semana la que haya filtrado a los medios a través de la cadena SER algunos de los rifirrafes que allí se vivieron. Tonto no es Pedro, claro. En según qué casos, el Gran Hermano te puede hacer perder apoyos, sobre todo cuando la cosa pública se cuece en tu casa.

Para defender su posición, el bueno de Sánchez, al grito de Moncloa o muerte política, vende a los suyos un sofrito de Democracia interna que no se lo cree ningún compañero o rival político, de dentro o de fuera de su partido. A ver cómo se mastica que la consulta a las bases no tenga carácter vinculante, o que los barones del Partido – que ni confían en esta suerte de estrategia autodestructiva de Sánchez ni pasarán una más al actual Secretario – exijan información al detalle sobre negociaciones políticas que aún no han comenzado, o que habrá congreso socialista para elegir nuevo Secretario General previo a unas futuribles nuevas elecciones. Lo dicho: Transparencia, lo que se dice transparencia, lo justo para el sofrito.

Así las cosas, blanco y en botella, y en la soledad del guerrero incomprendido, Pedro debe pensar: “o reculo y me siento a la mesa con Podemos, o me echo al monte con las hienas comiéndome el trasero y los chacales el morro. Debería estar preparado para dejar el solar; ni Presidente, ni Secretario”.

Moraleja: la transparencia vende, pero a la hora de la verdad, de transparencia no andan muy sobrados nuestros líderes, ni de la vieja ni de la nueva política. Y es que el problema no está en la política en sí. El problema es la mala política. Mientras los asuntos de Estado se sigan planificando en El Objetivo, en Twitter, o en los furanchos de fin de semana de los partidos, este país no tendrá Gobierno, las inversiones no llegarán, los capitales se irán y un gasto público superior a 200.000 millones de euros seguirá esperando financiación barata. Al final tenía razón Peridis en su viñeta de El País, “Compañeros, estamos en una salida sin callejón”. O, como avanza en su particular exclusiva de portada la revista satírica El Jueves, “Nosotros sí sabemos quién gobernará España: La troika”. Eso sí que lo que sabe el pueblo, y parece que nadie lo quiere reconocer allá en el limbo parlamentario. Para una cosa que nos enseñó el PP… hay que ver. Hasta hace unos días hablábamos del protagonismo de los emergentes, y se lo estamos dando todo a los menguantes.