Jaque (casi mate) de Sánchez a Rajoy

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez/JuanJo Martín/EFE

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez/JuanJo Martín/EFE

Por Fernando Luna Fernández

Sánchez acaba de dar un puñetazo en el tablero postelectoral que cabe tildar sin reparos de magistral… si le sale bien la jugada.

Felipe González y El País llevan marcando la dirección a golpe de editorial y de entrevista desde hace tiempo: lo que España necesita es un Gobierno de progreso y con la regeneración por bandera. Blanco y en botella: PSOE más Ciudadanos. Hoy, Sánchez, tras la audiencia con S.M. el Rey, lo ha repetido como un papagayo, como un alumno bien aplicado.

Veamos cómo se han desarrollado los acontecimientos, antes de entrar en harina.
Con la omisión de unos (Rajoy) y la hiperactividad de otros (Sánchez), los partidos más votados y tradicionalmente hegemónicos no han hecho propuestas reales, sino que, por puro tactismo y olvidándose del bien general, han desplazado el compromiso hacia los otros. Así, Rajoy, al renunciar cobarde e irresponsablemente a la investidura, pretendía que Sánchez se quemara con los posibles pactos con Podemos. Cometió un error: confió en Ciudadanos, es decir, en que el partido de Rivera no apoyaría a Sánchez para gobernar. En su lugar, dio por sentado que el pacto sería con Iglesias y se dedicó a demonizar a los independentistas y a los populistas (como si necesitaran ayuda para tales menesteres…); e incluso en el supuesto de la formación morada puso a funcionar todo el aparato estatal reactivando las investigaciones sobre su supuesta financiación irregular por parte de gobiernos tan reprobables como el iraní y el venezolano.

Desde hace tiempo Sánchez lleva insistiendo en un gobierno progresista (el calificativo regeneracionista ha quedado relegado hasta la fecha), de modo que monta el circo con una pirueta extraordinaria desde la perspectiva política: convoca al comité federal, donde, posiblemente en connivencia, le leen la cartilla: a Podemos y a los independentistas, ni pan ni agua. Y para completar la jugada filtran a la Ser (o sea, a Prisa como representante de los lobbies del Íbex) las grabaciones de los críticos; más madera...

Entretanto, Rajoy e Iglesias se frotan las manos: la pinza parece que surte efecto y las nuevas elecciones -en las que ambos, con toda probabilidad, serían los grandes beneficiados en detrimento de C’s y PSOE- están aseguradas. No se puede entender de otra forma la indolente inactividad de Rajoy y la astuta humillación que Podemos le inflige al PSOE (al que le nombran hasta los ministros), si no es para que el pacto en ciernes fracase; por no hablar de la transgresión de la otra línea roja: el referéndum soberanista, cuya exigencia es aumentada y corregida por sus coaligados territoriales.

Toda esta dinámica que los ciudadanos contemplamos con estupor tiene hoy un golpe de efecto, un giro copernicano que puede resolver el sudoku parlamentario a favor de Sánchez para llevarlo casi con seguridad a la Moncloa.

¿Qué ha cambiado desde el último desfile de presidenciables por el Palacio de la Zarzuela? Básicamente, dos cosas: primero, la corrupción le ha estallado en la cara a Rajoy (fundamentalmente por la situación del PP valenciano, para resumir), circunstancia que convierte al PP en general y particularmente a Rajoy en un apestado, si se aspira a una agenda regeneracionista como la que pretende C’s; y segundo, el PSOE –sabedor de que Rivera tiene su excusa- varía su discurso y une el calificativo ‘regeneracionista’ al de ‘progresista’.

¿Quiso realmente Sánchez pactar con Podemos? No, pues sabía que el fin último de los podemitas es sustituir al PSOE como referente en la izquierda y que su alianza sería el abrazo del oso. Simplemente, aprovechó la inacción de Rajoy y asumió el deber de formar gobierno señalando a tal fin a Podemos, con lo que creó una falsa y efectista alarma dentro y fuera del partido (y aún en la mayoría de los españoles): ni los barones, ni los socialistas europeos, ni las bases, ni los poderes fácticos lo iban a permitir por diversos motivos: unos económicos y otros políticos.

Así las cosas, ha esperado el momento más conveniente con la nueva –y renuente- deserción de Rajoy a fin de que el camino quedara allanado para una alianza con Rivera, ambos con su coartada: Ciudadanos apoya al PSOE por las corruptelas del PP y su falta de iniciativa, y el PSOE se ampara en Ciudadanos para alejar el espantajo de un posible gobierno con Iglesias.

De manera que con este movimiento le traslada al PP la conminación de abstenerse para que gobierne con Cuidadanos (que para todos –incluidos sus votantes- sería el mal menor) o, si vota en contra, Sánchez se verá compelido a buscar una alternativa izquierdista/populista con Podemos, IU y el apoyo o la abstención de algún independentista; pero la responsabilidad se la habrá endosado ya al actual presidente en funciones, cada vez más cuestionado y cuya cabeza pende de un hilo.