Ciudadanos, sentido de estado

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera/Sergio Barrenechea/EFE

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera/Sergio Barrenechea/EFE

Por Alejandro Pérez-Montaut Marti, @alejandropmm

La legislatura no termina de arrancar un mes después de las elecciones generales. España hoy es testigo de unas negociaciones poco productivas que muestran la rigidez ideológica de algunos que han decidido zancadillear y entorpecer la formación de un gobierno estable.

Por un lado vemos a un PSOE más fragmentado que nunca, liderado por un hombre con una ambición de poder desmesurada que en lo único que piensa es en devenir Presidente del Gobierno, mientras que sus barones se lo impiden advirtiéndole de la peligrosidad que suponen los pactos que el soñador Sánchez quiere llevar a cabo para lograr su objetivo de mudarse a la Moncloa. La unidad de España está en peligro a causa de un PSOE orgulloso que se niega a respetar sus promesas electorales y decide vender España al mejor postor. Atado de pies y manos, Sánchez piensa más en su salvación que en la de su país.

Por otro lado tenemos a Podemos, el partido de la soberbia y la prepotencia, que habiendo obtenido 69 escaños -65 sin contar a los nacionalistas de Compromís- decide atribuirse la autoridad suficiente como para presionar al PSOE con la oferta irracional de un gobierno desigual, exigiendo el mando de una suculenta parte de las instituciones que no le corresponden de acuerdo a los votos obtenidos. Así, Iglesias se atreve a postularse como vicepresidente dejando a Sánchez el puesto de presidente de paja al que poder manejar en la sombra. Un gobierno que da verdadero miedo, pues conllevaría asumir no solo el "derecho a decidir" en Cataluña, sino que incluso pretenden dotar a Andalucía de un reconocimiento especial basado en su historia. La locura se apodera de un Iglesias ambicioso con un evidente ramalazo totalitario. Y ustedes se preguntarán que dónde está la emergencia social que Podemos prometió en campaña subsanar de forma prioritaria. No se preocupen, no son los únicos que se hacen esa pregunta.

Por su parte, el Partido Popular se muestra abierto a hablar con el resto de formaciones y ha insistido varias veces en la idea de una gran coalición formada por PSOE, PP y C's. Muchas son las voces políticas de peso partidarias de ese pacto. Es una lástima sin embargo que en plenas negociaciones se refresque el por qué del descalabro del PP en las elecciones del 20-D. En la Comunidad Valenciana, una operación contra la corrupción destapó la mala praxis del partido de Rajoy en la región, saldándose con más de veinte detenidos. Y no fueron uno más porque Rita Barberá es senadora y goza del privilegio que supone el aforamiento. La corrupción ha salpicado a un Partido Popular, ensombreciendo el futuro de ese pacto con dos opciones políticas que a priori rechazan todo tipo de corrupción. No obstante, parece que Isabel Bonig, nueva presidenta del PPCV, es intolerante y tajante con la corrupción que desde su partido han decidido denunciar formalmente. Tintes regeneradores que llegarán a término el día que Barberá sea suspendida de militancia y expulsada del partido. De momento, una gestora y un PP enmendando sus errores -un poco tarde, eso sí- intentan abrirse paso en el duro camino hacia el gobierno.

Rivera y los suyos desean que la legislatura arranque con la mayor brevedad posible para comenzar a trabajar por este país. Se muestran tajantes, negando todo pacto con aquel que quiera romper España, lo cual me tranquiliza viendo a Sánchez mandar guiños a los separatistas. Apuestan por un gran pacto reformista sin aspavientos, donde Ciudadanos jugaría un papel fundamental al obligar a los dos viejos partidos a regenerarse y aceptar las reformas que proponen. No les hemos oído exigir Ministerios ni empresas públicas, sino que su objetivo es más el de lograr desbloquear un Congreso de los Diputados que se halla paralizado por la ambición de poder de algunos. Sí, Albert Rivera, el líder político al que tanto criticaron en campaña por "intercambiar sillas" los que ahora lo hacen, quiere unir a la mayoría de españoles en un proyecto común.

Ciudadanos es en este momento la pieza clave de un puzzle a la alemana, que haciendo las cosas bien podría suponer el final de la crisis. Forman un puente de entendimiento entre PP y PSOE por el bien de una España cada vez más fragmentada y que pide a gritos un poco de consenso y de sentido común. España ha votado diálogo y en Ciudadanos parecen ser los únicos que han entendido lo que los españoles en las urnas han querido transmitir. Rivera es el único líder al que poco le importa el cargo que ocupar o el sillón donde sentarse, ya que su sentido de estado va más allá. Con propuestas y reformas encima de la mesa, Ciudadanos es partidario de un pacto que haga frente a una minoría radical y separatista. Quiero pensar que conseguirán sentar a Sánchez y a Rajoy frente a frente, para que por una vez, en vez de confrontación haya unión.

La transición que vivió nuestro país requirió en su momento altura de miras, diálogo y simbiosis. La España de hoy necesita el mismo oxígeno que hace algunos años un grupo de políticos decidieron darle.