Sistema electoral, ¿proporcional o mayoritario?

Por Ramón Villota Coullaut

Vaya por delante que ambos sistemas son igual de democráticos, pero ambos parten de presupuestos distintos y de resultados también distintos. El sistema electoral proporcional-el nuestro, como ejemplo- parte del reparto por circunscripciones electorales –las provincias, en nuestro caso- y la elección de un número determinado de parlamentarios en cada provincia. Esto hace que se elija a partidos políticos más que a personas y que sea difícil obtener una mayoría absoluta, ya que se hace casi imposible que un partido obtenga la mayoría de los representantes de la circunscripción. En cambio, en el sistema electoral mayoritario las circunscripciones son más pequeñas y el peso de las personas es mayor que el de los partidos políticos, ya que sólo se elige a un representante, el que tiene mayor número de votos, generalmente en una doble vuelta en donde se elige entre los candidatos que han obtenido determinado porcentaje de votos.

Esta diferencia en la forma de elegir a los representantes políticos marca otras diferencias, a su vez. En el sistema proporcional el peso de los partidos políticos y del consenso es mayor, mientras que en el sistema mayoritario el poder se decanta por una de las opciones políticas, obviando al resto. Esto, que en principio puede parecer negativo, tiene como correlativo efecto positivo la mayor estabilidad de los sistemas mayoritarios, aunque requiere de países con fuerte componente democrático, con un Estado de Derecho que ponga límites al poder surgido de las urnas. En cualquier caso, un Estado de Derecho no es sólo votar cada cuatro años, sino el respeto a los derechos individuales y a unos contrapoderes que hacen que el poder de la mayoría deba respetar a las minorías electorales, pero en las sociedades en donde este punto no está claro el sistema proporcional es preferible al mayoritario.

Al mismo tiempo, el sistema mayoritario tiene influencia en la propia estructura de los partidos políticos, ya que si el elector controla directamente a su candidato en cada proceso electoral, en los sistemas proporcionales es la cúspide del partido político quien controla a los parlamentarios. Esto implica que la disciplina de voto se rompe más fácilmente en un sistema mayoritario que en uno proporcional, ya que en el proporcional el partido político es un intermediario entre el votante y su candidato –que posiblemente no aparecerá más en las listas electorales si rompe la disciplina de voto-, mientras que en el sistema mayoritario está intermediación es casi inapreciable y cuando hay conflicto de intereses el parlamentario intenta acercarse más a sus futuros votantes que al partido político que lo sustenta, ya que su representación se debe a sus votantes y posiblemente no será elegido nuevamente si se olvida de sus promesas electorales. Por tanto, ambos sistemas tienen sus puntos fuertes y débiles, pero ambos tienen su origen en una cultura democrática que se canaliza en mayor medida por los partidos políticos en el sistema proporcional, mientras que en el sistema mayoritario se canaliza en el candidato.