Los trajes del debate

Por Maria Luz Simon González

En una sociedad abierta como la nuestra la indumentaria que se elige para cada momento refleja una parte importante de uno mismo. En el caso de los hombres la variabilidad es escasa pero aún así posible. Ver el debate de El País es todo un reflejo de esto.

No es casualidad que Pablo Iglesias vistiera con su habitual pantalón vaquero y camisa de camarero antiguo, con todos mis respetos a esos estupendos camareros, algo tendrá que ver en su buen hacer, el de los camareros, el que ahora todos vistan de negro, será porque hoy en día se manchan con más facilidad.

No es casualidad que Pedro Sánchez , con su imagen que ahora quiere vender centrista, se sitúe y se vista en el centro, con chaqueta pero sin corbata.

No es casualidad que quien será Presidente del gobierno de España, ahora o dentro de 4 años, se vista con la imagen moderna de quien quiere mostrar a los españoles un presidente que pisa fuerte sin pisotear a nadie.

Pablo Iglesias nos amenaza con impuestos hasta en el carnet de identidad para buscar esa igualdad en la miseria tan propia de los regímenes comunistas, y viste con la misma falta de libertad que denotan sus comentarios del típico orgullo moral de la izquierda que se cree ungida con el espíritu de un dios maltratado.

Pedro Sánchez quiere recoger el inmovilismo de Rajoy con ese movimiento acomodaticio a los vaivénes de cada momento que tan bien reflejó Pedro J llamándole estafermo. Quiere ser el nuevo estafermo, algo que le delató en su entrevista con Bertín Osborne, que siendo más relajada le permitió algún movimiento no controlado. Y cómo debe vestir entre Iglesias y Rivera, pues tal y como lo hizo. Muy apropiado a sí mismo. Hay que reconocer que hay que tener valor para estar al frente de un partido que nos ha llevado a las dos grandes crisis económicas de la democracia y al mayor foco estructural de corrupción de los países democráticos, que ha tenido a sus ministros en la cárcel y perdonó al presidente para no escandalizar a un electorado todavía con democracia adolescente.

Albert Rivera vistió como debía, como se podía esperar en él. Nos ofrece la mejor perspectiva para el futuro, nos anuncia una lucha contra la corrupción, nos ofrece un apoyo claro y con medidas concretas para la clase media y la ilusión de que ésta siga creciendo con los ciudadanos hoy más desfavorecidos, una defensa de la nación española sin complejos. Pero debe tener cuidado, le queremos tan rotundo como nos conquistó, no le queremos con medias tintas para contentar a nadie, queremos que siendo respetuoso no deje que sean sus rivales los que marquen su tono. No queremos un Rivera de tono moderado, queremos el Rivera que se movía en las televisiones con toda su capacidad de oratoria perfectamente interiorizada y que nos dejaba ver, por fin, un líder con una mente liberal que defiende la libertad porque es lo que nos diferencia de las dictaduras.

No nos diferencia la sanidad ni la educación pública, no nos diferencian las pensiones, no nos diferencia ni el bienestar de los trabajadores ni el lujo de nuestras tiendas, que para eso ya están otros haciendo gala. Nos diferencia la libertad, la libertad de ser, estar y pensar cómo y dónde uno quiera sin dañar la libertad de otros ciudadanos. La libertad de ser lo solidarios que queramos y no lo que nos impongan desde el gobierno. Señor Rivera no puedo pedir a Pablo Iglesias que me ofrezca más libertad de la que está dispuesto a darnos, sí se la puedo pedir a usted, es el abanderado de los que creemos en la democracia sin corrupción y en la libertad de cada individuo para ayudar a remodelar esta España mía, esta España nuestra.