No todo lo nuevo es bueno...

Por Pedro Peral

... ni todo lo viejo es malo. La irrupción en el escenario político español de nuevos partidos, Ciudadanos y Podemos, ha generado consecuencias de largo alcance y de diverso orden.

De una parte, se afirma que el bipartidismo, que ha campeado durante años, toca a su fin. Era un bipartidismo imperfecto entre PP y PSOE que alcanzó en algunas legislaturas más del 80% de los votos. En ocasiones, ese bipartidismo se veía afectado por las fuerzas políticas independentistas, catalanas y vascas, que apoyaban a Madrid cobrando sustanciosos “peajes”. Ahora, socialistas y populares apenas superan el 50%. Según el último barómetro del CIS, el del mes de octubre, que algunos han puesto entre paréntesis, el PP obtendría el 29,1% de los votos, seguido del PSOE con el 25,3. Ciudadanos ocupa por primera vez la tercera posición en intención de voto, con el 14,7%, mientras Podemos sigue cayendo y no consigue sobrepasar el 10,8%, perdiendo cinco puntos con respecto al último CIS. Descartada las mayoría absolutas, la opción de gobierno se tendrá que alcanzar mediante el acuerdo entre varios partidos, acuerdo en el que los recién llegados cotizan su novedad como un valor decisivo.

Podemos quiere acabar con la Constitución de 1978 y pretende implantar un obsoleto régimen comunista que ha ido dulcificando, sin perder sus raíces totalitarias. No puede denominarse “novedad” la aportación de Podemos.

Por su parte, Ciudadanos está siendo víctima de su veloz crecimiento. Estamos en campaña electoral y todos los días hay que decir algo nuevo. Pero este afán de notoriedad ha llevado a Alberto Rivera a incurrir en lamentables propuestas muy lejanas del “cambio sensato” que propugna. Una “ocurrencia” de Ciudadanos, que ya ha archivado, fue proponer que se retiren de la política a los que hubiesen nacido antes de 1978. Atribuyen capacidad para gobernar sólo a los que no superen los 40 años. Se ha cumplido una vez más que “mocedad y buen entendimiento, no vienen a un tiempo”.

Hay que señalar un aspecto muy positivo a la aparición de las nuevas formaciones, sobre todo de Ciudadanos, que puede sustituir, a nivel del Estado, el papel complementario que en muchas ocasiones ha estado protagonizado por los nacionalismos vasco y catalán, parasitarios de los gobiernos en minoría del PSOE y del PP.

Si hay que regenerar lo viejo, introduciendo instrumentos eficaces de control que permitan aflorar la transparencia para desterrar la corrupción en sus distintas formas y, entre otras cosas, que los partidos políticos saquen las manos de los órganos jurisdiccionales, los nuevos deberían aprender del espíritu de concordia que impulsó la transición de la dictadura a la democracia escenificado en octubre de 1977 cuando el conservador Manuel Fraga presentaba en el Club Siglo XXI al comunista Santiago Carrillo. ¿Se imaginan Vds. a Esperanza Aguirre en un escenario similar con Pablo Iglesias? No todo lo viejo es malo.