Así no, Simeone

Cabalar/EFE

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Por Víctor Llano

Soy del Atlético de Madrid desde el 18 de abril de 1971. Pocos meses antes había llegado a España desde La Habana. En Cuba seguía con pasión el béisbol y en Madrid no tardé en aficionarme al fútbol. No se lo digan a nadie, ya me parecen muchos los que lo saben, pero fui del Madrid durante ocho meses. Cuando alguien me lo recuerda les digo que fueron seis. Pero no, muy a mi pesar tengo que sumar dos más. Meses que me gustaría borrar de mi vida.

No sé qué me ocurrió. No puedo explicarlo. Que me haya sentido del Madrid durante al menos 240 días es algo que no soy capaz de entender. Cierto es que sólo era un niño, pero es demasiado tiempo. Intento justificarme en que acababa de llegar a España y que no me enteraba de nada; sin embargo, no me engaño, sé que en esta tierra no encontraré perdón. Mi única esperanza es que en otra vida el dios de los colchoneros me perdone. Él sabe que, como Sabina, desde abril de 1971 paso por Concha Espina como pasa un forastero.

Puede que algunos de los que lean este artículo recuerden aquella tarde. Quien ganara en el Calderón era Campeón. No pudo ser. El Aleti empató con un gol de Luis. Gárate, sí, pueden creerme, el gran José Eulogio Gárate falló un gol que ya se celebraba. No creía entonces que el fracaso era mejor que la victoria, pero en ese instante vi la luz. El Aleti perdió la Liga, pero yo recuperé la cordura. Desde entonces sé quién soy y tengo un lugar en el mundo.

Con el tiempo entrevisté a Gárate y se lo recordé. Cuando yo era niño él lo era todo en la ribera del Manzanares. Yo vivía muy cerca del Calderón. Casi todas las chicas del barrio estaban enamoradas del delantero centro. Los rojiblancos sentían la misma pasión por él que ahora sentimos por Simeone. Es mucho lo que le debemos a los dos. Tal vez más al que ahora entrena al equipo. Lo explicaré.

Cuando jugaba Gárate no había tanta distancia entre los dos más ricos y los otros. Pero pasó el tiempo. La cuota de mercado y los nefastos presidentes –ahí siguen al frente de lo que nada les costó- nos alejaron del Madrid y del Barça. Hasta que por fin llegó el argentino y nos sacó de la nada en el vacío. No por gusto le perdonamos todos sus errores. Fichajes inexplicables, sustituciones absurdas y caprichos injustificados. Todo.

Ha ganado todo nuestro crédito. No obstante, será porque ya no soy un niño y tengo menos tiempo para esperar, desde aquí le pido que no se acomode. Ya basta de salir muy atrás contra el Madrid y el Barça. Hasta con el Astaná jugamos con miedo. Así no, Simeone. Eso no va con el Aleti. Gárate no lo haría. Falló un gol cantado el 18 de abril de 1971 y probablemente corría menos que Koke, pero no jugaba a empatar con los grandes. Tal vez por eso pude ver la luz.