¿Puede ganar las elecciones la nueva política?

Por Manuel Peñalver Castillo

Aclaro que la estructura sintáctica interrogativa que da título a este artículo no tiene ningún fin argumentativo, persuasivo o literario. Ni siquiera es intención nuestra referirnos al ubi sunt? de las coplas manriqueñas ni a Heinrich Lausberg. La llamada interrogación retórica, para Fontanier, «consiste en utilizar el giro interrogativo, no para expresar una duda y provocar una respuesta, sino para indicar, por el contrario, la más grande persuasión, y desafiar a aquellos a los que se habla, a poder negar o incluso responder». Lo que pretendemos con esta pregunta, más bien, es reflejar un enunciado que se viene produciendo como consecuencia de los sondeos y encuestas: ¿continuará el ascenso de Ciudadanos y el estancamiento de los dos partidos clásicos PP y PSOE? La respuesta no pertenece a los manuales de figuras retóricas, sino a quienes, en el ejercicio de su libertad y sus derechos democráticos, voten el veinte de diciembre.

Nadie duda de que la economía ha mejorado con el PP y que en el presente la palabra rescate no se pronuncia ni en los círculos más pesimistas. Mas gobernar tiene un significado mucho más amplio, en el que deben hallar su etimología palabras y sintagmas como ilusión, esperanza, regeneración, cambio de modelo productivo, empleo de calidad y opinión pública. Es así como deben surgir las propuestas y los argumentos para mejorar la sociedad española. La cultura es progreso, futuro y, sobre todo, una seña de identidad de una manera de vivir y sentir la existencia en el marco histórico de un pueblo. Reducir las declaraciones a una referencia única es empobrecer la misma razón de ser de la dialéctica parlamentaria.

Por esa ausencia de renovación en los mensajes del partido del Gobierno, está avanzando en sus expectativas electorales la semántica discursiva del grupo político que lidera Albert Rivera. Aquella frase: «saber retirarse a tiempo…», no encuentra mucho predicamento en nuestra clase política, salvo excepciones, que podríamos reseñar fácilmente. Para analizar la realidad social del momento no hace falta, pues, recurrir a las figuras estilísticas ni a los textos en los que las mismas se analizan en todo el esplendor de su intención comunicativa. Hace unos días, circuló con mucha fuerza por Madrid el rumor de que Rajoy tiraba la toalla y que eran Alberto Núñez Feijoo y Catalina Cifuentes los candidatos a sustituirlo. ¿Fue una metáfora o una verdad a medias? ¿Una maldad aviesa y preconcebida? ¿O, quizá, no? Las urnas y su veredicto certificarán si el PP se ha equivocado manteniendo como cartel electoral al actual presidente del Gobierno.

Cuando se aproxima una etapa de elecciones, el cine y la literatura siempre son un flash-back que ilustran y enseñan. Una película de 1972, El candidato, dirigida por Michael Ritchie y Robert Redford, Peter Boyle Melvyn Douglas en el reparto, viene ahora, con el sigilo de su cadencia, a la memoria. El joven abogado, Bill Mac Cay, que se dedica a la defensa de los derechos civiles, la asistencia legal y la ecología; aspira a conseguir por el Partido Demócrata un puesto en el senado de los Estados Unidos. La campaña, los debates, las entrevistas, las declaraciones, las redes sociales, la imagen son factores que ayudan a despejar incógnitas y a conocer mejor a los actores de esta secuencia inagotable en la que se convierte el discurso político.

Recoger los votos de los desengañados del PP, por la derecha, y los del PSOE, por la izquierda, constituye el objetivo de los llamados partidos emergentes. Mas la realidad y el deseo no coinciden siempre en dos lugares y a la misma hora. La tersura del voto no se conoce hasta que se leen las papeletas. Es como un quién soy que no llegamos a descubrir, salvo en la estadística de los números y de los datos. PP, PSOE, Ciudadanos, Podemos, Izquierda Unida y los partidos nacionalistas, «locos por los votos». Con promesas en esas hojas escritas con palabras, muchas veces ambiguas, que habremos de leer atentamente para poder interpretarlas la gran jornada cuyo recuerdo nos pertenece. La nueva política tiene todo el derecho del mundo a soñar y a hacernos soñar un mañana que alumbre los años que vienen con la luz hermosa del alba; pero sin interrogar la forma original que hay dentro de cada persona. Y sabiendo que el joven mar puede ser también el piélago de Ulises; aquel que, sereno, surca la infinitud.

¿Puede ganar las elecciones la política nueva a la vieja? Una pregunta que se teje y entreteje en una voz que no tiene un solo fonema de retórica. Porque, antes que en la literatura, hay que buscarla en el ir y venir de la historia que acontece y sucede. Cumpliendo el destino hace ya tantos años ante el tiempo real e irreal.