No somos simples lectores

Por Fernando Riera López-Cortés

El único freno, la única medida que conocen el político, el financiero o el notable cuando alcanzan cotas perversas de poder, es el miedo a la prensa libre. Esta frase no es mía, sino del siempre genial Arturo Pérez-Reverte; e ilustra perfectamente lo que quiero expresar en estas líneas.

El lugar que eligió Pérez-Reverte para proclamar esta obviedad fue, paradójicamente, la entrega de los premios de periodismo que otorga el diario El Mundo, el periódico que cambió de director en enero del pasado año por capricho, precisamente, de un político: Mariano Rajoy Brey. Bendita casualidad.

Quienes nos han gobernado hasta ahora han tenido siempre un firme propósito -quizás el más firme de cuantos se hayan propuesto-, que no es otro que el de poner palos en las ruedas de la prensa libre. Los informadores independientes son incómodos para el poder, no sucumben al interés particular ni partidista y combaten de forma activa la manipulación y la censura. Y precisamente por esto hay quien se ha servido de los medios de comunicación públicos para utilizarlos a su antojo, como medio de propaganda del gobierno de turno, haciendo del adoctrinamiento su bandera.

Las radios y televisiones públicas han de servir para ofrecer una información plural, que sean el fiel reflejo de la sociedad y no un instrumento al servicio de los partidos que gobiernen. De ahí que ahora, en RTVE, la manipulación haya dejado de ser noticia y la información veraz haya dejado de existir; que TV3 haya hecho la campaña más efectiva y adoctrinadora en favor del proceso independentista catalán y de los partidos que lo apoyan; o que RTVV haya tenido que cerrar después de un ERE ilegal, de un descontrol presupuestario absoluto y del escándalo de que su Director General acosara sexualmente a las trabajadoras del ente público valenciano.

La sed de los políticos por tener su parcela de poder en el mundo de la información no se sacia con el mundo audiovisual: también han de beber de la prensa escrita. Tienen la osadía de pretender decidir qué periódico publica qué, cómo y cuando hasta el punto de presionar a los propietarios de los diarios para cesar a sus directores. Lo repugnante no es que se lo propongan, sino que los empresarios del sector se pliegan a sus deseos y acceden. Prueba de ello es el mediático cese de Pedro J. Ramírez como director de El Mundo orquestado desde La Moncloa con el beneplácito de Unidad Editorial.

Precisamente, quizás este cese sea el mejor legado que nos deja el Presidente Rajoy. Gracias a su aversión y odio a la libertad de prensa los medios libres se multiplican, con el apoyo de la gente y con la ayuda de las nuevas tecnologías. Y nuestro león es el mejor ejemplo de ello.

Bajo mi punto de vista, en España convivimos en armonía dos tipos de ciudadanos: los críticos y los borregos. Esta radiografía sociológica, lejos de estar basada en un minucioso análisis de la realidad social de nuestro país, nace de una serie de experiencias y observaciones personales que me han empujado compartirla con aquellos que tengáis a bien leer estas líneas.

Los borregos existen, y su posición es tan legítima como la que tenemos aquellos que lo cuestionamos absolutamente todo. Ellos son libres de seguir creyendo en políticos mentirosos, corruptos e indignos y en medios de comunicación politizados, sectarios y manipuladores; pero a mí no me van a contar entre ellos. No voy a ser cómplice de seguir manteniendo un statu quo caduco, anacrónico y completamente contrario a los valores en los que creo y a las convicciones que me hacen ser quien soy. Mis valores y mis convicciones no tienen precio.

Los que somos libres y críticos leemos para entender, analizamos la realidad y reflexionamos para tener una opinión propia. Nosotros construimos una visión crítica y no nos dejamos engañar. Y lo hacemos porque sabemos que frente a las mentiras, las opiniones interesadas, los abusos y la corrupción es necesaria una prensa libre e independiente, vigilante. Porque llevamos en nuestro interior un espíritu combativo. Porque no somos simples lectores. Nosotros somos leones.