El antibiótico aspirina

EFE/Paco Campos

EFE/Paco Campos

Por Fernando Araújo Martín

Resulta realmente vergonzoso pasearse por los mentideros políticos actuales en forma televisiva o digital. No encuentro otro calificativo para referirme al análisis que se hace de lo que pudo ser y parece que no va a ser Podemos.

No hace falta profundizar mucho en este partido para darse cuenta de la liquidez, en términos baumianos si se me permite el neologismo, que presentan los partidarios de una revolución, parece que de la ley a ley como definió Torcuato Fernández Mirada, para “limpiar” el país de casta política como si de un parásito se tratase. Este antibiótico revolucionario parecía surgir con fuerza, irrumpía en la escena política causando verdadero pánico en la casta, en sus defensores enmarcados en varios formatos y a tanta y tanta gente que vivía y vive plácidamente con la alternancia tradicional en el gobierno de España, PP-PSOE, PSOE-PP.

A un mes y medio de las elecciones nacionales que decidirán el futuro de nuestro país durante, al menos, cuatro años, nos encontramos con que el antibiótico de formula magistral “podemos” se está disolviendo como si de una simple aspirina se tratase. Nada sorprendente si tenemos en cuenta que fue un partido que nació de la improvisación y del desánimo de la ciudadanía por la situación política del momento que, por desgracia, se prolonga en el tiempo hasta nuestros días.

Lo que si me parece realmente, no sorprendente, indignante, es la actitud que se tomó desde la mayoría de los medios de comunicación, desde los propios afiliados de los partidos, desde los simpatizantes, votantes y todos aquellos que forman la masa social PPPSOE que tantas y tantas veces han ocupado la Moncloa. Y digo que me parece indignante porque considero que no se atajó el verdadero problema, no se exigió una limpieza de su propia cara antes de limpiar la de los demás. No se hizo verdadera autocrítica y se exigieron responsabilidades cayese quién cayese. No importaba la realidad, importaba el partido, lo esencial parecía mantenerse arriba, como referencia política.

Hablar de la importancia del partido siempre me ha parecido una metáfora de la política y el fútbol. El fútbol es pasión, es sentimiento, es estar con el equipo con independencia de los resultados, dejando a un lado la ética, las formas, el modo de avanzar y buscando resultados, es forofismo, afición. ¿No ocurre esto también con los votantes de los partidos políticos? Creo que aún no somos una sociedad madura en nuestro ejercicio de derecho al voto. Nos convertimos en muchas ocasiones en ultras que corean los éxitos o fracasos de sus equipos sin querer ver lo que hay dentro, sin exigir responsabilidades y creyéndonos los mejores porque, sin duda, el rival, el verdadero rival que parece alzarse antes nuestro muro construido es mucho peor que nosotros. ¡Dónde va a parar!

El 20 de diciembre que la liga no sea cosa de Madrid y Barcelona.