Obradovic otra vez

Por José Luis Cuadrado Beltrán

Obradovic vuelve a Madrid este viernes. La última vez que lo hizo fue para dirimir la pasada Euroliga. En una entrevista previa en el diario Marca el periodista dijo la frase: “Sólo se vive una vez”, y él saltó: “Es de la canción de Azúcar Moreno”. Para jugar catorce Final Four con equipos de cinco países diferentes hay que tener una gran sabiduría baloncestista y una fuerte personalidad, pero también una gran adaptabilidad al entorno. No sólo está uno atento a lo permanente, sino también a lo temporal, a lo accidental. Es decir, a lo que estaba de moda, a lo que pegaba en su etapa española (1993-1997). Y entre lo que pegaba, con esa sudoración de verano eterno con que percuten aquí las cosas, estaba la canción de Azúcar Moreno. Y lo que dura.

A Obradovic se le ha reprochado una excesiva dirección de los partidos; un miedo a lo vertiginoso y al descontrol. Siempre responde que el buen técnico se acomoda a los jugadores que tiene. En el Madrid de la Octava, Sabonis marcaba el ritmo del equipo. Era un jugador inconmensurable, pero muy lento, y tuvo que amoldar el equipo a su jugador franquicia. Aún colea el revuelo que se formó en la red con las declaraciones que hizo Chechu Biriukov en Jot Down. Sobre el preparador serbio señaló que sólo ganó aquella Copa de Europa en sus tres temporadas blancas y denunció el mal que habían hecho al baloncesto contemporáneo los entrenadores yugoslavos. Obradovic, con ese español ladeado y cortante que le da una pinta de pistolero de spaghetti western alemán, sonríe y pone como ejemplo su gusto por el actual Real Madrid de Pablo Laso. El juego veloz y desacomplejado que desarrollan los Rodríguez, Llul, Rudy… sólo es viable, dice, con Rodríguez, Llul, Rudy… Laso, cuya carrera en los banquillos no hacía presagiar estos festivales, es otra prueba de ese deseo de ductilidad. Lo que une a los dos es la construcción desde abajo: defensa y rebote. Luego, ancha es Castilla o estrecha, Belgrado.

A todos nos deslumbra el Real Madrid de hogaño. ¿Podría haber jugado el de Obradovic de otra manera? Quizá. Pero una discusión racional, si esto fuera posible en el deporte, no debe caer en el tramposo dilema de ganar o jugar bien. Lo contrario de ganar es perder y lo contrario de jugar bien es jugar mal. Decir estas perogrulladas solo es corriente en la España de lo discutido y discutible. El equipo que busca la excelencia tendrá más probabilidades de encontrar el éxito. Toda actividad humana tiene un canon de actuación. Pero no es rígido. Siempre hay alguien que cuestiona lo establecido y pide nuevas respuestas. Algo tendrá el serbio cuando ha sido bendecido con treinta trofeos de los gordos, de los que te hacen reforzar las repisas.

El madridismo disfrutó con la Copa de Europa del 95 tras veinte años de sequía. Nadie miró esa noche el cuentarrevoluciones. Gocemos con lo que nos ofrecen hoy los hombre de Pablo Laso, miremos atrás sin ira y con agradecimiento, y hagamos caso a las canciones inmunes al olvido, que por algo será: “Si no quieres discutir / y te quieres divertir / escúchame bien: / sólo se vive una vez.”