Regeneración o colapso

Por Jonás Gámez

Existe un gran hartazgo de que nos oculten constantemente la realidad, de que los mismos sayones de la Constitución tomen parte en esta cruzada adversa con una bravuconería de hojalata, escondiéndose tras la “Rojigualda”, pero atrincherados sin tomar la senda de la reforma y de la regeneración que puede ser la salvación a lo que nos queda de patria, aquella que nos quedó tras el desastroso fin de Siglo XIX.

Las claves de la situación actual de España las dio Pedro J. en la presentación de EL ESPAÑOL: “Qué es lo que hay que conservar en España, ¿El veintitantos por ciento de paro? ¿La corrupción de los políticos? ¿El mangoneo del poder judicial? ¿La utilización de los ciudadanos el día de ir a votar con listas cerradas y bloqueadas? ¿Cómo se puede ser conservador en una España tan injusta y tan ineficiente…?”

Si España se presenta como irreformable, ¿cómo queremos reconducir el independentismo? Se pretende cerrar en falso y de forma burda el asunto catalán del 27S. Los medios de comunicación paniaguados por el poder político han afirmado una y otra vez que los constitucionalistas con un 52% de los votos han vencido a los separatistas.

Podemos comenzar la argumentación en primer lugar aludiendo a pírricos resultados para los Constitucionalistas, pero aun así esas cifras se prestan a diferentes apreciaciones, ninguna precisamente buena para la nación: la primera apreciación es, ¿realmente hemos incluido a Catalunya Sí Que Es Pot como constitucionalista? Estos anarco-comunistas han calificado a la Constitución como “lampedusiana” y han abogado reiteradamente por la ruptura. La respuesta parece evidente: los resultados del 27S no se pueden simplificar a una victoria del Constitucionalismo por ese escuálido 2% porque sencillamente el juego partidista catalán y la propia votación en sí no separa a los partidos como partidarios del SÍ y del NO, sino que separa a tres bloques claramente diferenciados.

Por un lado C’S y PP como firmes defensores del Constitucionalismo y que suman un 26,4% de los votos, por otro lado Junts Pel Sí y CUP que suman un 48% y después un grupo formado por el PSC y Catalunya Sí Que Es Pot que defienden totalmente o en parte el derecho a decidir. De todos es sabido que parte de los afiliados y simpatizantes de estos dos partidos creen firmemente en la independencia, y éstos obtienen un 21,6% del voto total escrutado. Ahora bien, tras ver claramente el desaguisado mayúsculo que atraviesa Cataluña, la siguiente pregunta que debemos hacernos es, ¿de verdad creen que los electores que votaron a Catalunya Sí Que Es Pot así como al PSC no son partidarios de una Cataluña independiente?

Evidentemente son muchos los afiliados y simpatizantes que votan a dichos partidos y que defienden la independencia de Cataluña. Y hasta aquí hemos llegado. Por muy pequeño que sea ese porcentaje, estoy absolutamente convencido de que la balanza se decanta hoy día en favor de la independencia y no como nos hacen ver de forma premeditada desde algunos medios de comunicación. Hasta aquí nos ha traído el último capítulo del “turnismo” y de sus años de desgobierno, sus años de pactos reiterados con el nacionalismo catalán y de blindaje de la ley electoral.

Si encima el mando del Estado es corrupto e ilegítimo obviamente debería comprenderse como natural que los individuos que forman parte de dicha comunidad autónoma quieran organizarse con nuevas formas políticas de organización que favorezcan la regeneración dentro de estados que ya existen, o directamente conformar un nuevo estado independiente en su defecto.

El principio básico por el que se rige nuestra democracia es la libertad de asociación entre individuos, no podemos negar o coartar la libertad de asociación política a dichos individuos y ello por supuesto implica la creación de nuevas formas políticas del Estado, si fuera posible a través de una reforma del marco Constitucional.

Hemos de reconocer que la soberanía nacional Española está compuesta por 47 millones de voluntades, éstos a su vez con su propia soberanía individual. Tenemos la oportunidad de desplegar nuevas formas de Estado que satisfagan a la gran mayoría de las personas que componen esta gran nación. Hemos de desplegar con habilidad la soberanía nacional para que por supuesto satisfagan también a la soberanía individual de esos ciudadanos castigados por la clase política española, en un juego de roles sin precedentes.

En definitiva, ¡qué nobleza la de Cataluña y la del resto de España si la comparamos con la Francia de finales del Siglo XVIII! Porque ante el hartazgo general de una Francia paupérrima, Jean-Paul Marat pidió que rodaran cabezas ensangrentadas por una revolución y lo que sencillamente piden los ciudadanos en la España del S. XXI es que rueden cabezas POLÍTICAMENTE por la regeneración.

¡O llega la regeneración, o colapsará la nación!