El fracaso de Madrid

Por Jesús Malia Gandiaga, director de la Colección Pi de Poesía 

Orgullosos estamos los madrileños, que así nos llamamos todos los que aquí nos posamos, y nadie se opone a ello, de nuestra ciudad. Y ese orgullo se funda en los méritos de la propia ciudad, tan viva, tan receptiva, tan acogedora, y también en los nuestros propios para sobrevivir en una ciudad en algunos aspectos tan tremendamente hostil.

Cuando se compara el nivel de vida en las diferentes ciudades y regiones españolas, se acude de inmediato a mirar los salarios medios y la renta per cápita. Y, en efecto, mirando esos números, somos unos favorecidos los madrileños. Pásmense de las cifras multimillonarias del propio superávit del ayuntamiento de Madrid, de más de mil millones de euros. Pero hay otros números no menos importantes que no se miran, no se mira la carestía de la vida ni se mira el difícil acceso a la vivienda. Para justificar esto, por concretar, daré unas pocas cifras extraídas con rapidez de Wikipedia (quien quiera contrastar con mayor exactitud que vaya a la web del INE).

La población de Madrid está estancada desde el año 1970. En 1970, Madrid la poblaban 3.120.000 madrileños, en 1981, 3.160.000, y en 2014 3,170.000.

Veamos las cifras en las mismas fechas de los demás municipios más poblados de la región, muy próximos a la capital.

Leganés, 57.000, 163.000, 186.000
Móstoles, 18.000, 150.000, 205.000
Alcorcón, 46.000, 141.000, 169.000
Alcalá, 60.000, 143.000, 204.000
Fuenlabrada, 7.000, 78.000, 196.000
Getafe, 69.000, 122.000, 173.000

El crecimiento conjunto ha sido de 876.000 habitantes. Un 28 por ciento de la población madrileña en el año 1970. Y sí, el crecimiento de estas ciudades se debe a su propio éxito, obviamente, pero no en menor medida al fracaso de la ciudad de Madrid, que no ha sabido acoger a este millón de personas (no damos cifras de otra multitud de municipios con crecimiento poblacional igual o mayor en porcentaje al de las localidades ya nombradas) que tan estrecha relación guardan con la ciudad en la que trabajan, estudian, salen... y que da nombre a la región a la que todos dicen pertenecer, que nombran antes Madrid como lugar de pertenencia que sus propias ciudades. Esto que describimos, pues, no puede nombrarse más que como fracaso, el fracaso de Madrid. Si miramos a la ciudad desde esta perspectiva, pues, no podemos decir tan alegremente que es muy acogedora. Sí como posada, como lugar de paso, no como hogar.

Y en todos estos años se ha hecho una inversión multimillonaria en red de metro, de cercanías, de carreteras para hacer la ciudad más accesible desde dentro y desde fuera. Quien tenga tiempo que calcule las decenas de miles de millones de euros invertidas, si no llega a la centena. Este es el coste de haber decidido crecer hacia afuera, expulsando a tantos madrileños hacia lugares próximos por dificultar tanto el acceso a la vivienda. ¿Cuántos miles de viviendas, por cierto, estarán desocupadas, y cuántos miles en condiciones de precariedad que cuesta un dineral alquilar o comprar?

No pretendo meterme en mayores profundidades, que hay mucho que decir y exige consultar muchas cifras, valga esta mirada superficial, aunque de frente. Estás fracasando, Madrid, y nosotros contigo. ¿Puedes sostener con buen servicio tu red de transporte público y tu red de carreteras?

Te queremos, Madrid. Cuídanos un poquito, mantén vivo el amor.