Cañizares, en la picota

Por Ramón Gutiérrez González

La prensa nacional se hace amplio eco de la denuncia que la Red Española de Inmigración ha presentado ante la Fiscalía General del Estado contra don Antonio Cañizares Llovera, cardenal-arzobispo de Valencia. El gran delito del purpurado (según recoge el diario El País, 15.10.2015) ha consistido en formular este miércoles, en el Fórum Europa, las siguientes preguntas: “¿Esta invasión de emigrantes y de refugiados es todo trigo limpio? ¿Dónde quedará Europa dentro de unos años?”.

Aseveró, además, que la acogida indiscriminada de tales inmigrantes “hoy puede ser algo que queda muy bien, pero realmente es el caballo de Troya dentro de las sociedades europeas y en concreto de la española”. La citada organización estima que las palabras del cardenal constituyen un delito de apología del odio, en cuanto -siempre su opinión- criminalizan a los refugiados y a los inmigrantes. D. Antonio, según los denunciantes, sostiene una “línea negacionista de la realidad” que “traspasa los límites de la opinión y se adentra en el ámbito del ataque y la promoción del odio” (ABC 15.10.2015).

A lo que parece, es la Red Española de Inmigración quien determina qué es la realidad, y el Sr. Arzobispo de Valencia ha cometido el imperdonable delito de cuestionar el voluntarismo que reina tanto en los medios políticos y periodísticos como en los eclesiales. No en vano, El País cita con gran fruición el famoso llamamiento del Papa Francisco.

A lo largo de esta crisis –sin duda causada por el errático e irresponsable comportamiento del gobierno alemán–, desde diversos estamentos se nos ha bombardeado con una visión muy poco matizada de los acontecimientos. La realidad, sin embargo, es bastante más compleja de lo que se muchos se esfuerzan en hacernos creer; entre ellos, la Red Española de Inmigración. Según ésta, dudar de que todo peticionario de asilo esté realmente perseguido es alinearse “con los gobiernos de extrema derecha y formaciones de la derecha radical” (ABC). Habremos, pues, de considerar un peligroso derechista al misionero salesiano Alejandro José León, quien desde Siria advierte de la infiltración de radicales entre los refugiados (Europa Press, 14.10.2015). Sin duda es a este peligro al que se refiere el Cardenal Cañizares cuando habla de un “caballo de Troya dentro de las sociedades europeas”, y sería una necedad desoír su reflexión.

También es necesario preguntarse con el Cardenal, “¿dónde quedará Europa dentro de unos años?”. Es deber de Europa conservar su idiosincrasia, que hace posible que sea una meta migratoria, y ello ha de lograrse por medio de una efectiva integración. Es este un aspecto que se ha sustraído a la discusión, o al menos se ha considerado en una sola de sus vertientes. Si Europa se abre a los inmigrantes y refugiados, proporcionándoles la seguridad y los medios de vida de los que se han visto privados en su país, también ellos han de abrirse a Europa. En este sentido, los medios españoles han silenciado los conflictos surgidos en los campos alemanes, en donde los extremistas islámicos acosan a los refugiados cristianos (Die Welt, 27.09.2015).

Estos hechos, por más que esporádicos, entran en conflicto con el voluntarismo imperante, incapaz de buscar soluciones realistas y viables. Así, en lugar de expulsar inmediatamente a unos individuos que no tienen cabida en Europa, el gobierno alemán medita hacerles firmar una declaración en la que se comprometen a respetar los derechos humanos, ya que (como todo el mundo sabe) lo que se plasma en un papel ha de ser necesariamente verdad. Y, de todos modos, ya se ha visto lo que importan a Europa los cristianos del Medio Oriente.

Negar las sombras de los procesos inmigratorios no ayuda a resolver los problemas, sino a agravarlos. No se trata, como afirma la Red Española de Inmigración, de criminalizar, sino de discernir, y ello a fin de garantizar la integración y la pervivencia de los valores de Europa.