En defensa de la libertad

Por Luis Machetti

Decía Daniel Lacalle que un liberal “es aquel que defiende un modelo de sociedad abierto, con bajos impuestos y meritocracia, que permite a personas y empresas crecer y ser solidarios sin imponer el paternalismo asistencialista”.

Empecé a interesarme por esta corriente hace un par de años, harto del mismo menú de siempre, en el que además el camarero no servía lo que rezaba la carta. El liberalismo me convenció porque propugna una sociedad más abierta, donde la prosperidad y el progreso son consecuencia natural de la libertad individual, social y económica.

Un estado liberal cuenta con un Estado reducido, limitado a actuar como observador y árbitro y que sólo interviene para garantizar las protecciones básicas de las personas, que se sufragan con una aportación de cada individuo fruto de los rendimientos de su actividad productiva.

Los gobiernos e instituciones de Europa se han permitido el lujo de cometer las barbaridades que todos conocemos en nombre del capitalismo y del liberalismo. Si nos detenemos muy brevemente a leer una descripción superficial de ambos sistemas, veremos que están muy lejos de lo ocurrido durante la pasada década. ¿Por qué? Muy sencillo, todas las políticas llevadas a cabo en estos años han sido de carácter intervencionista, impidiendo el curso normal del libre mercado, por lo que el resultado final no es atribuible a un sistema de organización capitalista. La intervención en sectores estratégicos, el rescate de entidades bancarias, la constante subida de impuestos y, por tanto, aumento de la presión fiscal, chocan frontalmente con los pilares liberales.

Paternalismo asistencialista: los Estados nos han hecho mansos. Nos han apesebrado y acostumbrado a recibir sin dar, a conseguir sin trabajar, a ganar sin competir. Nuestro Estado del bienestar no es real, es fruto de la deuda. De pedir prestado para vivir mejor. Y el gasto público no ha hecho más que aumentar en estos años. ¿Cómo es posible?

Por favor no luches por una subida del salario mínimo, lucha porque lo eliminen. No luches contra los recortes, pide una gestión libre de hospitales y colegios. No reclames un trabajo por decreto, gánatelo con sudor y disfruta del éxito.

La igualdad es lo más injusto que vas a encontrar en tu vida. No todos merecemos lo mismo, tú lo marcarás con tu trabajo y esfuerzo y el valor que aportes cada día a la sociedad y al mercado. Sólo debemos ser iguales ante la ley.

Por eso espero que los gobernantes que elijamos nos den más capacidad de de decisión sobre nuestra vida y nuestro dinero. Que podamos elegir nuestro camino. En definitiva, que nos den más libertad.