El viaje a ninguna parte de Irene Lozano

EFE/Javier Lizón

EFE/Javier Lizón

Por Alejandro Fernández Ludeña

Lo más benévolo que uno alcanza a decir sobre Irene Lozano es que para este viaje no hacían falta estas alforjas. Diputada al parlamento hace 4 años por el partido que abrió la espita de la regeneración política en España, transita finalmente, tras un periodo de funambulismo político notable, hasta el PSOE más desorientado y acomodado en sus escombros que se recuerda.

Cuesta pensar que una mujer que ha dado muestras de notable talento en el mundo del periodismo y del ensayo termine dinamitando su ya escasa credibilidad pública por la placidez de un escaño, aun con todo, improbable. Pero, de hecho, es esto y no otra cosa lo que parece haber consumado, al entregar su caudal político a manos de un ambicioso pero torpe Sánchez, el mismo que unas horas antes anunció en un acto populista que retrata definitivamente su menguado talento para la política de altos vuelos que subiría el salario mínimo en un 30% si llega a la Moncloa.

O mucho nos equivocamos o a la carrera política de Irene Lozano le quedan dos telediarios. Una carrera, por desgracia, del todo prescindible y olvidable. Aunque lo mejor de la misma estuvo en su labor como diputada durante los dos primeros años, la memoria es selectiva y no siempre injusta: visto en perspectiva, ¿quién podría culparnos de advertir oportunismo político donde ante vimos virtudes públicas? Algunos la recordarán, en cambio, por haber mantenido en los estertores de UPyD una desigual batalla con Andres Herzog, proponiendo reconstruir un puente con Ciudadanos que ella misma, tan significativamente, ayudó a dinamitar. Los más incondicionales, si aún persisten, ensalzarán su valor en la defensa de la comandante Zaida Contreras. ¿Más oportunismo?

Pero para algunos, como el que suscribe, Irene será siempre el ariete brutal que el núcleo duro de UPyD utilizó contra uno de sus más respetables miembros. La misiva estalinista de Irene Lozano en el verano de 2014 titulada “Querido Paco” quedará por mucho tiempo grabada en nuestra memoria. Esa repugnante carta marco el inició del hundimiento de UPyD. Lo más digno hubiera sido reconocer el dislate y regresar cuanto antes al periodismo. Lástima que no lo hiciera. En un último e inútil salto mortal, abraza el residuo más patético del bipartidismo: “me llamó Pedro y acepté”. Triste epitafio para un viaje político que nunca debió ser.