La hermosa métrica de Inés Arrimadas

EFE/Marta Pérez

EFE/Marta Pérez

Por Manuel Peñalver Castillo

Es la nueva musa de España y de Cataluña. La noche del domingo 27 de septiembre dejó a Mas, a Junqueras y a Romeva viendo el tiempo en su agonía y diciéndose a sí mismos en una plaza desierta: "Nadie es la patria", como versificó Borges. Esta joven, nacida en Jerez de la Frontera, de padres salmantinos, licenciada en Derecho y Administración de Empresas por la Universidad Pablo Olavide de Sevilla y afincada en Barcelona desde hace varios años, tiene una belleza natural que enamora en esa felicidad mistagógica que es la letra cursiva del romanticismo.

Heine y Rilke; Espronceda y Larra; Bécquer y Juan Ramón, en la rima bisílaba de su nombre; poesía en la clepsidra del mundo. Argumenta, con esa dulce entonación que le sale del corazón, que es tímida; pero su discurso es atrevido y mirífico, porque nace del límpido porvenir que la vida brinda a los días. La política española está de enhorabuena por esos enunciados sociolingüísticos que han hecho tambalearse los cimientos dialécticos del independentismo y de la vieja ideología rajoyana; apolillada y anquilosada en el mensaje de la economía y la devolución de la paga extraordinaria a los funcionarios en una entrega por capítulos; sin más novedad que la repetición y el oxímoron.

Con Arrimadas oiremos, de nuevo, el rumor del agua de los veneros y recitaremos los endecasílabos, que tal vez estaban por escribir al ver las colinas de Atenas desde aquella isla del mar Egeo, cuando el alba todavía era noche en su humano silencio y las sinestesias hablaban con nosotros mismos en íntimo diálogo. La joven jerezana, a la que las olas de la bahía la han convertido en la nueva voz de España y de Cataluña, ha hecho que muchos nombres sean pretérito anterior en el mapa freudiano de las políticas que se han quedado a mitad de camino entre el túnel del tiempo y el olvido, por seguir usando la misma escritura en su dudosa ruina. La renovación de la sintaxis era necesaria y urgente. Y ha llegado en forma de cita textual entrecomillada por su sabor a verso en la antología que nadie se atrevía a editar, una vez descubierta la etimología de los instantes.

Calíope era la musa de la elocuencia y de la poesía épica; Clío, de la historia; Erato, de la lírica; Euterpe, de la música; Melpómene, de la tragedia; Polimnia, de la retórica; Talia, de la comedia; Terpsicore, de la danza y Urania, de la astronomía y de la astrología. Inés Arrimadas, de quienes, entre tanta prosa tachada, tanto anacoluto prefigurado y tantas faltas de ortografía, hemos encontrado una caligrafía, que no es la que era antes sino otra reciente, aunque su referente sea Adolfo Suárez. Inés tiene un libro entre las manos que ella misma ha redactado con naturalidad y sencillez garcilasiana de su puño y letra en la semántica discursiva de otro renacimiento, que las urnas ya no olvidan. El mar y la libertad son dos lexemas diferentes; pero unidos en la aventura que nunca se apaga en los horizontes de Ítaca.

Ese es el secreto mejor guardado de la nouvelle vague; de la estrella que acaba de nacer: creer profundamente en lo que dice y hacernos soñar lo ya soñado que quizá, alguna vez, aclamamos entre una copa de Bourbon y aquellos poemas de Byron. Sabiendo que los textos literarios ya clarean en la luz de la madrugada, echada la suerte de un hoy diverso y de un ayer insondable a través de los tiempos en su existir deliberado.

La sonrisa de esta mujer de palabras que fluyen en su hermosa inocencia nos hará transcribir en las rimas de nuestra memoria aquellos versos de Benedetti: "porque eres mía; porque no eres mía; porque te miro y muero; y peor que muero; si no te miro, amor; si no te miro". Y nos hará volver la mirada a los sonetos amorosos de Quevedo, que el profesor Blecua recitaba con énfasis de sabio filólogo en la Facultad de Letras de Barcelona: "Su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado".

El destino requiere los recuerdos en el inseparable perfil elegido por la historia; y la literatura, esa compañera que siempre espera en el camino, que nunca es el mismo, nos trae ahora una música más íntima. Siempre sale el último sol para ser el primero. En el mapa del universo resplandece una mujer con la métrica infinita que pronunciamos en la luz de su misterio. Ya que es la verdad que todos admiramos en el dialecto que convierte las preguntas en respuestas y nos hace transformarlas en hábitos del alma; y en precisos momentos que se proyectan sin fin, «ardiendo en lenta llama, eterna pero oculta».