Incertidumbres

Por Juan Pablo Sánchez Vicedo

Los parados han visto en la televisión la mejora de la prima de riesgo y se han quedado como estaban. Este año prodigioso que iba a traernos recuperación y optimismo nos deja la impresión de un final de época. Hubo un tiempo en que al Partido Popular lo adornaba la leyenda del superávit o la abundancia, pero eso también se ha perdido en el río de la historia. Se atribuye a Heráclito (a saber qué dijo) la idea de que nadie se baña dos veces en el mismo río.

Rajoy, ministro de Aznar, no es igual que Rajoy, ministro de sí mismo. Al PP no hay quien lo reconozca y el otro día Aznar preguntó qué había sido de su herencia. Entre Aznar y Rajoy ha transcurrido el zetapeísmo como una sima separadora o el cañón por cuyo cauce discurre la dudosa agua del tiempo. Creíamos al gallego un conservador posibilista y nos ha salido un socialdemócrata despintado. El zetapepé, partido que gobierna España, ha vuelto a cubrirse de fracaso.

Sabemos que Rodrigo Rato también era mentira. De Rato se dijo que era el hacedor del “milagro español” y se ha revelado como un multiplicador de sus panes y sus peces. Los prodigios del Reino han dado para muchas crónicas de maravillas y nos habíamos convencido de que todo era verdad hasta que la crisis, con sus frentes de la economía, de la política y de todos sus derivados han confluido en la tormenta que nos arrastra. No había milagro sino función. No era la vida sino un teatro. España es un entremés y andábamos muy entretenidos como en el Retablo de las Maravillas. Los pícaros han representado una pieza muy aparente y aplaudida y, como en el entremés cervantino, los espectadores íbamos de enterados y creímos lo que no vimos. Ahora nos hacemos los sorprendidos y más nos valdrá espabilar para que esto no tenga el desenlace de un entremés a palos.

No sé qué reforma nos están cocinando los bandos del periodismo y las bandas de la política. Como hay más partidos que siglas, circulan las recetas y contrarrecetas con los condimentos cambiados, en esto no se ponen de acuerdo los cocineros. Las encuestas engordan la incertidumbre y aquí no se sabe quién será el perdedor que ganará las elecciones, ni contra cuántos españoles gobernará. La caída del bipartidismo o el desdoblamiento de la izquierda y de la derecha, con su confusión de letras y colores, dará un parchís de líos y combinaciones. Parecía que España, la vieja nación, estaba muy vista y que aquí nos conocíamos todos, pero ya no hay certidumbre en la que apoyarse y bastante hará cada cual con reconocerse a sí mismo, si puede.

Yo no soy el que fui en enero. Termino 2015 votando a unos partidos, y leyendo unos periódicos, distintos de los que he votado y he leído. No sé si servirá de algo.