Un político limpio, un liderazgo firme

EFE/Fernando Alvarado

EFE/Fernando Alvarado

Por César Sampedro Sánchez

Revisemos la trayectoria para hacer una valoración justa del líder. Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, estaba terminando su segunda y última intervención de la tarde el martes de la semana pasada cuando mediante una inflexión de voz en busca de un tono intimista dijo: “El presidente del Gobierno me echa en cara casos de corrupción y yo le digo, señor presidente, que lecciones de usted sobre corrupción ninguna. Yo soy un político limpio, ¡yo soy un político limpio, señor Rajoy! ¡Lo soy!”.

Las palabras sonaron como una declaración que incluía el sobrentendido de “a diferencia de otros, como usted, señor presidente”, que nunca pronunciado fue perceptible para todos los presentes. Marcaba el contraste, pedía respuesta, pero Rajoy esquivó dársela en términos inevitables de “y yo también lo soy”. Luego, Sánchez volvió al ataque con la mención a Bárcenas, describió su multifunción como gerente, ascendido a tesorero nacional del PP y senador, y conjeturó que su fortuna tenía las mismas fuentes que la financiación irregular del partido. Por eso, concluyó que jamás su interlocutor sería creíble en la lucha contra la corrupción.

Sabemos que la limpieza del político, su honradez, es necesaria que sea personal, pero circunscrita a ese perímetro no es suficiente. El político ha de responder también de la limpieza, de la honradez de su entorno, de sus colaboradores. Podremos observar que en este sentido ha pisado sobre seguro. A Sánchez no le tembló la mano al expulsar a los ignominiosos usuarios de las tarjetas opacas que aprovechando las siglas de su partido ocupan el Consejo de Administración de Caja Madrid, no con el objetivo de controlar la gestión de la Caja, hundida en la miseria, sino de beneficiarse de los privilegios económicos que proporcionaban las citadas tarjetas y que les permitía llevar un mejor tren de vida. Tampoco flaqueó con la imputación de los imputados de su partido, y si se preguntara sobre los casos de Chávez y Griñán, afirmaremos que apartó a ambos de sus actas tras confirmarse su imputación en el caso de los ERE.

Por otro lado, el actual líder socialista ha sido capaz de articular un discurso y un programa socialdemócrata sólido, entendible por la ciudadanía. En todas sus apariciones públicas ha sido capaz de hacerse cargo del estado del ánimo de la ciudadanía e influir en su mejora, de coordinar su equipo y de procesar información relevante incorporada de forma gradual a su discurso. Todas ellas son características recogidas en el libro de Felipe González, En busca de respuestas. El liderazgo en tiempos de crisis (Debate, 2013).

Un político limpio no sólo ha de serlo él, sino tratar de rodearse de personas honradas, brillantes en lo suyo y trabajadoras, que son los que además le harán deslumbrar o le sostendrán en muchos casos; y al tiempo prescindir en lo posible de la utilización de los útiles pero grises aparatchics, o aparatos tan comunes en los partidos. En definitiva, la política es una tarea colectiva que no puede conjugarse solo en la primera persona del singular, y la designación del equipo de confianza es la primera prueba que el líder ofrece a sus electores. Ni siquiera así habrá un blindaje que preserve de la corrupción, pues incorruptible solo es el brazo de Santa Teresa. Pero al menos el líder estará consolidado. Sánchez lo ha logrado, en mi opinión ha demostrado ser un político limpio y enarbola un liderazgo firme, no revisable, como opina el líder de los socialistas valencianos. Vale.