La paradoja de la flexibilidad

Por Jesús Bodegas

Seguro que casi todos ustedes saben lo que es la paradoja del tiempo de Einstein, posiblemente no sepan explicarla matemáticamente pero sí con palabras; con tan sólo contar la película El planeta de los simios (1968) o el reciente corto, no tan catastrófico pero igual de emotivo, de El regreso, reciente ganador de 2 premios Kino 2015 de FCOM en la Universidad de Navarra.

Hoy les voy a explicar la paradoja de la flexibilidad. La flexibilidad en principio no es mala, como todo lo que inventa el hombre depende de su uso, el cual sí puede ser perjudicial, malvado e incluso éticamente malévolo. La flexibilidad es un daño colateral de la competitividad, y que cual Hidra de Lerna posee múltiples cabezas: una es la flexibilidad geográfica, otra la funcional, otra la temporal que puede afectar a la jornada diaria o anual del trabajador, y luego está la cabeza más peligrosa, la del ERE, que amenaza cual espada de Damocles a los trabajadores, especialmente en época de crisis y ante la cual se acuerdan o pactan de buena fe las otras.

Hoy en día el sistema de producción ha pasado de trabajar contra almacén a hacerlo contra pedido, en parte porque los economistas sólo ven números y los stocks se reflejan en las cuentas de resultados y no son productivos. Por ello los ingenieros, que sólo ven procesos, han ideado el just in time, de forma que las piezas necesarias para fabricar algo llegan merced a una complicada logística a la factoría para producir el artículo que se necesita, y cuando sale por la línea ya está vendido o casi vendido y saliendo para el punto de venta. Para que este complejo sistema funcione se trabaja con previsiones.

Estas son de tres tipos: la probable, la de la cara amable y la de la botella medio vacía. Normalmente en épocas de crisis y por aquello de curarnos en salud se opta por la visión más negativa para no pifiarla, pero lo habitual es tener en cuenta también los históricos de los pedidos. A veces por diversas circunstancias o intereses el comité directivo o el responsable de tomar las decisiones prefiere no arriesgar y jugar con las cartas marcadas que los trabajadores en su buena fe le han dejado al firmar acuerdos de flexibilidad. Es cuando se produce la paradoja de la flexibilidad.

Este año hemos asistido a ella cuando una reconocida empresa de nuestra comunidad decía a sus empleados que no iba a tener producción para todo el año, entonces estos aceptaron la aplicación de la flexibilidad anual, por la cual a final de año deberían esos días no trabajados a la empresa.

Pero de repente los pedidos aumentaron y la dirección, en vez de saturar la jornada anual, decidió hacerlo sobresaturando la jornada diaria, así se apuntaba el tanto de emplear a personas en desempleo y ayudaba al gobierno (mejor gobiernos, tanto saliente como entrante) a maquillar las cifras del paro. Todo ello a costa de un trabajo que no tenía asegurado para sus trabajadores.

Los pedidos siguieron aumentando y de repente se dio la paradoja de que tras sobresaturar las flexibilidades diarias de dos turnos y trabajar los días que, en principio, no se iban a trabajar, había que meter horas extras trabajando algunos sábados voluntarios, pese a deber jornadas. Dándose la casualidad de que al final de año y tras realizar un top five los obreros van a deber dos días de trabajo además de haber repartido/compartido en su momento el trabajo que no tenían para ellos y del cual todos sacaron beneficio, como hemos dicho, menos ellos; ni tan siquiera el reconocimiento de su altruismo.

Esto es lo que llamo la paradoja de la flexibilidad. La factoría produce como nunca y el trabajador debe días y además ha realizado horas extras (voluntarias, pero extras) e incluso una jornada de paro por accidente laboral. El hecho da para reflexionar. Por otro lado no cobrarán el plus de producción pues les faltan menos de quinientas piezas para superar lo acordado y tampoco el plus de productividad pues no llegarán, también por poco, al número de piezas por año y trabajador, algo ya habitual porque no tienen poder de decisión para lograr ese objetivo.

Sobre las horas extras lo preocupante es que muy pocos son conscientes de ello, los menos por sus circunstancias personales, cada uno sabe lo que tiene en casa, la mayoría porque se han dejado seducir por el espejismo del color del dinero y/o lobotomizados por los sindicatos, unos por estar congestionados, otros por confundir los números romanos, pues no es lo mismo XIX que XXI y no han evolucionado en su visión sindical desde entonces, y otros porque lo que no huela a nacionalismo no les va.

Al final me comentaba un conocido que lo que le quedaba era ver cómo sus lamentaciones se las llevaba el rumor de las olas al igual que las maldiciones de Charlton Heston en El planeta de los simios. Seguimos igual que en aquel planeta de aquella lejana galaxia con la dictadura de la oligarquía gorilesca, imponiendo la ignorancia a los pocos simios pensantes, y el resto de primates, incluido el Homo sapiens, como mano de obra que sólo piensa en su dosis de telebasura, comida rápida y derecho de satisfacer la entrepierna, como diría Juan Manuel de Prada. Gira el mundo gira, y sólo unos pocos piden que presionen el botón de parada. Me apeo en la próxima. ¿Y usted?