Welcome to Terminus

JuanJo Martín/Efe

JuanJo Martín/Efe

Por Manuel Mañero

Rafa Benítez no ha inventado el fútbol, pero sí ha reinventado el género de terror, porque es un técnico moderno y poliédrico. Así va dejando rivales malditos por el suelo que pisa, a los que arrebata lo más preciado (la paciencia) catalogando heroicidades calibradas al milímetro: con su propio equipo a la pata coja, a caído por partido y con las esferas de influencia agotando ronda tras ronda viéndole bracear sobre la cuerda, suma 10 victorias en 14 partidos en los que sólo ha recibido 4 goles, razón para atribuir la actual realidad madridista a un limbo donde todo es posible, donde Nacho Fernández desnivela en un centro chut con la pierna mala un partido al que tuvo que entrar por lesión del único insustituible de la plantilla.

Al PSG de Laurent Blanc, a quien le ha pasado su vida futbolística por delante en apenas diez días, se le acabó el pelo del que tirarse ante los imposibles. No hubo uno malo: y en el único error palpable del encuentro, el de la salida tan centroeuropea del meta Trapp, llegó el gol que volvió a pie del empate a cero en París. Benítez sobrevivió al camposanto de las noches europeas y tuvo que aflojarse otro botón: se le está dando bien el tema de las vísceras. Sin embargo su buen desempeño para con los vivos no cierra los interrogantes sobre el equipo de no muertos que trata, en el que en primer lugar tiene que resolver la cuestión de Cristiano, a quien le han preguntado más por su figura que por su aportación. Y es fácil: el portugués ya es un nueve, pero un nueve muy bueno. Ha dejado de influir en el juego para pasar a influir en el resultado, aunque no está siendo este primer rato de temporada la mejor expresión de su metamorfosis.

Anegando con operaciones al talento desmedido que en otras temporadas se dejó fluir, Benítez arrastra a los suyos a Terminus, el edén de The Walking Dead, un laberinto macabro a la postre con el que George Romero habría soñado, sin connotaciones ecologistas. Esto es el Real Madrid de Rafa: un polvorín de monstruos que, en lo que van tomando conciencia de sí mismos, van dejando restos de los demás por el camino. Lo bueno es que las películas de terror son terreno abonado para las secuelas: lo malo, que primero hay que aguantar a los créditos del final de la primera.