Sin lugar a duda, una de las principales noticias de este año es el reciente colapso de Silicon Valley Bank (SVB), entidad financiera que hasta ahora era la principal aceleradora de startups tecnológicas a nivel mundial.

Lejos de preocupar exclusivamente a este sector, ha sido un acontecimiento que está inquietando al conjunto del tejido financiero y de la economía del plantea. No es para menos teniendo en cuenta que esta firma cerró 2022 con 195.655 millones de euros en activos y depósitos por un valor cercano a los 164.200 millones. Cifras cuyo desplome han revivido fantasmas del pasado como la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008.

Como sucedió en aquella ocasión, los expertos apuntan que lo ocurrido con SVB puede traer cola y provocar un escenario aún más incierto del que arrastramos desde hace meses con el actual contexto de inflación generalizada.

Lo único que está claro es que atravesamos una tempestad macroeconómica que ya ha provocado los primeros estragos en el sector tecnológico. Así lo evidencian los despidos masivos protagonizados por los gigantes de Silicon Valley ininterrumpidamente desde inicios de año.

Según la firma Layoff.fyi, 241 empresas del sector prescindieron de cerca de 78.000 trabajadores durante el pasado enero. Esto supone aproximadamente la mitad que durante todo 2022, cuando 1.040 firmas despidieron a casi 160.000 empleados.

Frente a este complejo horizonte, las grandes compañías han comenzado a desarrollar, si es que no contaban ya con ellos, planes de contingencia a corto y medio plazo con el fin de capear la situación.

No obstante, en un mundo en el que no contar con un alto nivel tecnológico es sinónimo de tener una baja capacidad competitiva, estos planes rara vez contemplan dejar atrás la estrategia de transformación tecnológica que la empresa ya ha emprendido.

En 2022 el gasto total en servicios ‘cloud’ a nivel mundial ascendió hasta los 247.000 millones de dólares.

Por ello, el quid de la cuestión es en realidad saber cómo deshacer el nudo gordiano que supone sanear los presupuestos de la empresa al mismo tiempo que se continúa invirtiendo en tecnología.

En este sentido, una de las grandes tendencias actuales en materia de digitalización es todo aquello que tiene que ver con la migración de la nube. Una innovación que permite a la empresa optimizar sus procesos y ser más eficiente, pero que conlleva la contraprestación de tener que realizar un gran desembolso financiero a cambio.

De acuerdo con el analista Canalys, en 2022 el gasto total en servicios ‘cloud’ a nivel mundial ascendió hasta los 247.000 millones de dólares, un 29% más en comparación con 2021. Un dato que queda complementado con un reciente estudio interno que concluye que el gasto empresarial en este tipo de servicios se ha duplicado en los últimos dos años en Europa, y que, además, seguirá creciendo un 50% durante los próximos tres.

Estas elevadas cifras ponen al ‘cloud’, y por extensión a lo relacionado con la contratación de plataformas SaaS (‘software como servicio’), en el punto de mira del ahorro empresarial.

Frente a la imposibilidad de prescindir de una infraestructura en la nube y de partners tan vitales para el desempeño del negocio como Azure o Salesforce, la solución inteligente pasa por optimizar el uso que se hace de estas soluciones. Un movimiento estratégico que implica racionalizar de lleno todo el proceso ‘cloud’, desde la adquisición de licencias, pasando por su gestión y mantenimiento, hasta su posible renovación, y que supone un gran alivio para las cuentas de la empresa.

De esta manera, una organización que realice una inversión media de seis dígitos en SaaS y que optimice su estrategia poniendo fin a ineficiencias, gastos ocultos, duplicidades de funcionalidad, puede llegar a alcanzar un ahorro cercano al 30% de su inversión.

En el caso de una empresa con una inversión de 10 millones de euros, se traduciría en no tener que prescindir del trabajo de 80 programadores.

En el caso de una empresa con una inversión de 10 millones de euros -monto bastante común en Europa, donde las empresas emplean de media hasta 96 herramientas ‘cloud’ distintas al día-, esto se traduciría en no tener que prescindir del trabajo de 80 programadores.

Una cuestión, la retención de talento, de vital trascendencia en la operativa de las grandes tecnológicas y que en las últimas semanas se han visto obligadas a relegar.

Sin embargo, los beneficios de la optimización SaaS pueden ser incluyo mayores. Por ejemplo, aquellas empresas que apuesten por contratar licencias mediante formatos de ‘pago por uso’ reducirán su factura hasta en un 65% en comparación con las que realizan adquisiciones bajo un modelo de suscripción mensual o anual.

Son las ventajas que ofrece pagar por utilizar tu vehículo exclusivamente cuando lo utilices y no por el mero hecho de tenerlo guardado en el garaje, como ocurre con el ‘carsharing’.

Una forma de hacer uso del software en la nube que, además de reportar un ahorro considerable, permite disfrutar de estas plataformas de manera personalizada en función de las propias necesidades.

De este modo, todas las organizaciones que encuentren en la transformación tecnológica un aspecto transversal a la operativa de negocio y que aspiren a minimizar al máximo los efectos de la actual coyuntura macroeconómica se verán obligadas a subirse al tren de la racionalización en la nube.

Una estrategia para salvaguardar las cuentas de la empresa y que responde al gran reto digital de este 2023, en el que el valor diferencial de la tecnología ya no será su mera implementación, sino que saber cómo acelerar en ello empleando la menor cantidad de recursos posible.

*** David Alonso es country manager de Sastrify en España.