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La tribuna

Unión Europea, cómo hacer de la necesidad virtud

Esta crisis multidimensional amenaza con provocar una recesión, pero es una oportunidad para revertir en parte el declive estructural de Europa.

27 mayo, 2022 04:13

La sucesión de crisis exógenas amenaza con agravar los problemas estructurales en Europa, derivados del declive demográfico y las dependencias energética y tecnológica, que se traducen en un crecimiento anémico y una pérdida de relevancia económica y geoestratégica. Sin embargo, si se evita una recesión profunda y la parálisis política, hay signos esperanzadores de que la UE puede convertir estas crisis en otra oportunidad para avanzar hacia un modelo más integrado, competitivo y sostenible.

Sin duda, el mayor reto proviene de la invasión de Ucrania, que acentúa las tensiones en los mercados de materias primas y que, si derivara en un corte significativo del suministro de gas, desataría una recesión.

Con una rapidez inusitada, se está fraguando una verdadera estrategia comunitaria de seguridad y defensa, la Alianza Atlántica sale reforzada y se alcanzan consensos políticos hace poco impensables para aumentar el gasto militar.

Mucho más relevante en términos económicos es la determinación de la UE (plasmada en el plan REPowerEU) para acelerar la transición energética y, por lo tanto, reducir la dependencia de los hidrocarburos rusos. Es un cambio radical que requerirá de al menos un periodo de tres años con energía cara, que frenará la recuperación y mermará la competitividad exterior y la balanza comercial.

Por otro lado, este reto existencial va a movilizar ingentes recursos públicos y privados hacia inversiones en fuentes renovables y en eficiencia energética. Se crearán tejido productivo y empleo, se irán reduciendo las importaciones, lo que podría elevar el crecimiento tendencial del PIB en al menos un par de décimas anuales.

Si los fondos europeos NGEU (y sus respectivos PERTE) son diseñados e implementados adecuadamente, esta crisis podría convertirse en una ventaja competitiva -en especial para España- y en un incentivo para relocalizar parte de la industria perdida durante décadas.

Esta crisis podría convertirse en una ventaja competitiva -en especial para España- y en un incentivo para relocalizar parte de la industria perdida

La inflación es otro desafío que también puede tornarse en beneficioso para Europa, al menos en términos relativos. Es evidente que el alza de los precios resta poder adquisitivo a los hogares, daña al consumo, comprime los márgenes empresariales y aumenta las desigualdades. Pero, en la medida que -por la propia debilidad estructural del mercado laboral- no se traduzca en una espiral salarial, la inflación tendrá un carácter más transitorio que en Estados Unidos y en la mayoría de los países emergentes.

Esto se traduce a su vez en que el BCE podrá mantener una política monetaria más laxa que el resto de bancos centrales, con la excepción de los de Suiza y Japón. Aunque se apresure a abandonar los tipos negativos ya en septiembre, vemos improbable que vaya a alcanzar el 1,0% en 2023, prolongando así el régimen de intereses inferiores a la inflación y las favorables condiciones de financiación para los gobiernos (que así evitan aplicar políticas fiscales más austeras en tiempos de crisis), las empresas y las familias.

Otro aspecto en el que esta crisis puede tener implicaciones positivas es el tipo de cambio del euro, que se ha debilitado a medida que aumenta la brecha de intereses frente al dólar y otras monedas del mundo anglosajón.

La moneda única está ahora significativamente infravalorada, encareciendo a corto plazo las importaciones de materias primas. No obstante, y aunque pueda volver por encima de 1,15 €/$ si amaina el efecto-refugio del dólar, otorga otra gran ventaja competitiva a los exportadores y al sector turístico europeos que contribuirá a prolongar la recuperación.

En los próximos meses, toda la atención seguirá centrada en las tensiones geopolíticas y en qué medida las positivas dinámicas previas a la guerra, la reapertura tras la pandemia, la recuperación del turismo y la construcción, y los fondos europeos pueden contrarrestar el impacto de la inflación sobre los consumidores y las empresas, y evitar así una recesión.

Pero, vistas las cosas con perspectiva, la UE afronta esta crisis multidimensional mejor equipada que en las décadas anteriores, y puede acabar en una posición de mayor fortaleza y resiliencia, frenando el declive secular de su ritmo de crecimiento, liderando claramente la revolución energética global, e incluso reduciendo la brecha tecnológica respecto a Estados Unidos y Asia.

 *** Roberto Scholtes, director de Estrategia de UBS en España.

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